[CRÓNICAS RADICALES] Olimpia, a 2161 metros sobre el nivel del mar

A 2161 metros sobre el nivel del mar y con una temperatura de 17°C, la profesora Olimpia despierta todos los días de su vida a las 4 y 30 minutos de la madrugada. Cualquiera podría creer que es una tortura, pero para ella es de vital importancia y lo hace con ímpetu y alegría, porque va a trabajar en la Unidad Educativa “La Culata”, ubicada en el municipio Pueblo Llano, del estado Mérida. La escuelita de la Culata queda a una hora de la casa donde Olimpia vive alquilada. Olimpia no tiene carro para movilizarse, así que debe salir todos los días a la parada a esperar el bus o alguna cola que la pueda acercar a su sitio de trabajo. Se ha hecho frecuente que Olimpia deba montarse en camiones de carga pesada para poder llegar, debido a que el transporte privado de las rutas rurales también ha limitado su servicio, sin embargo la lluvia no es una limitante, en el páramo la gente trabaja hasta lloviendo…

A la profesora Olimpia hace poco la ascendieron a jefa de circuito, por su disciplina, constancia y dedicación. Esta responsabilidad la obliga a prepararse y estudiar con mayor rigurosidad, así que se dedica a estudiar a Freire y a Robinson, para afinar sus argumentos. Siempre busca estar bien informada. La vida de Olimpia transcurre así cada día, tiene más de quince años trabajando en el páramo de la Culata, asumiendo la docencia con amor y vocación.

Todos los viernes al mediodía Olimpia termina su jornada laboral, y debe viajar al centro de Mérida a visitar a sus tres hijas, que con ejemplo y con abnegación ha educado y amado; las acompaña, hacen actividades familiares, pasan tiempo valioso juntas, se ponen al día de los acontecimientos de cada una. Es una madre y una amiga leal. Cada domingo al mediodía, retorna hacía el páramo para prepararse y cumplir su labor los lunes desde muy temprano.

A pesar de las difíciles circunstancias por las que atraviesa el país, el transporte privado desmejorado, la demanda excesiva de los «buses rojos» del transporte público, la inflación galopante, la falta de efectivo para pagar el bus o el camión, las colas inmensas para comprar algunos rubros de alimentos o víveres, la desesperada búsqueda de medicinas, la vida dura y cruel a la que someten al pueblo, mujeres como Olimpia no desmayan. Así fue durante el año 2002 ante el criminal y despiadado golpe de Estado contra la Revolución: la profesora Olimpia no cerró nunca las aulas de clases, se organizó junto a la comunidad, otros y otras trabajadoras, y atendieron a sus estudiantes. Igual que entonces, hoy Olimpia sigue firme y decidida a llenar las aulas de esperanza y trabajo, es sin duda una madre ejemplar, una trabajadora ejemplar, y una educadora incansable.

Cuando muchas y muchos de sus colegas se van del país en búsqueda de otras opciones económicas, ella se queda en su escuela, en su comunidad, en su casa, en su Mérida querida; porque su compromiso trasciende la materialidad, es un trabajo radical, es la raíz de la Revolución Bolivariana.

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