[CONTRATIEMPO] 2018: El petróleo como contratiempo

“Fue exactamente en el 2005, en el 2006 cuando nosotros iniciamos el desmontaje de
aquello que se llamó la Apertura Petrolera, que no era sino el camino a la privatización de
PDVSA y la entrega definitiva de cualquier vestigio de soberanía y no sólo de soberanía,
hubiera sido la entrega definitiva de cualquier posibilidad para Venezuela de salir del
atraso, del subdesarrollo, de la dependencia, hubiera sido la estocada final…”
(Aló Presidente No. 376. 8 de Enero 2012)

Los eventos que se desencadenaron a raíz de la acusación de altos dirigentes de la industria petrolera venezolana constituyen lo que timidamente podríamos llamar un “golpe petrolero”. Seguramente se elevan a la memoria los eventos asociados al proceso de golpe militar de 2002 y al sabotaje petrolero de 2003. Pero, también debería estar resonando en nuestra memoria histórica el golpe anunciado por Chávez y que ha marcado, por su ausencia, lo que ha sido el período constitucional más traumático de la República Bolivariana de Venezuela. Es decir, al golpe de timón que Chávez anuncio en su último acto como estadista lanzado a pensar estratégicamente a la nación venezolana. El regreso del diciembre, sólo fue la última palabra de un hombre en su agonía. Al menos, la agonía como conductor de un proceso que cambió la faz del sujeto político venezolano.

El “golpe petrolero” del 2017 no termina de ocurrir y la falta de claridad en términos de las diligencias que se están haciendo de cara a someter y corroborar ante la justicia a los distintos imputados de graves faltas a la nación es revelador de que quizás la procesión va por dentro. No es objeto de debate público y mucho menos del debate político, las consecuencias de lo que sin duda es el reconocimiento del gobierno y de la sociedad venezolana entera de una situación que parece como un ave fénix, renacer de sus cenizas. Nos referimos al carácter esquivo, elusivo y étereo que alcanza la industria petrolera cuando es objeto de discusión en Venezuela.

Ante la ausencia de un informe transparente sobre los hechos acaecidos en torno a las diligencias del estado venezolano, no queda sino la especulación que siempre será objeto de ser acusada de mentira y sucumbir a los embates de una mediática que no procura la verdad sino la compre y venta de verdades. Pero, en todo caso, es lícito preguntarse que es lo que subyace como política petrolera del gobierno venezolano en la actualidad y cuáles son las propuestas políticas que sobre esta industria se tejen entre los distintos actores que hacen vida en Venezuela. Por razones de simple honestidad histórica, no puede silenciarse que el Dr. Bernard Mommer (actualmente acusado de ser el artífice de un desfalco a la industria petrolera venezolana) y Alí Rodriguez Araque junto con el Dr. Asdrubal Baptista son desde el siglo pasado personas que han debatido críticamente sobre el sentido de la industria petrolera como industria nacional. ¿Cuáles son entonces las concepciones política y económica que se debaten en la sociedad venezolana sobre la industria petrolera? ¿Es un debate interno? ¿Se trata del despliegue de la industria petrolera venezolana (y la nación venezolana en tanto que territorio) como el espacio de confrontación de las economías emergentes y las economías hegemónicas?

La imposibilidad de responder a estas preguntas constituyen en si mismas, una potente respuesta: la soberanía de la industria petrolera en Venezuela es un tema demasiado serio para debatirlo en público, de forma clara y transparente a toda la nación venezolana. Ocurre acá entonces, un “golpe petrolero” de las élites políticas contra la más innovadora de las premisas de gobierno que se instauró en 1999: la democracia protagónica. Puede ser una exageración, pero parece que es cuestión de días u horas que nos enteremos que la industria petrolera venezolana ha dejado de ser venezolana de hecho y derecho. ¿Estamos dispuestos a enfrentar esta situación? ¿Cómo?

El fantasma de la “apertura petrolera” de los años 80, viste nuevos ropajes y probablemente no nos hemos enterado porque esencialmente los fantasmas suelen revelarse porque se muestran a voluntad. En este momento, cuando es convocado el pueblo a pensar en el plan de gobierno para los próximos años, es lícito que podamos saber cuáles son los ropajes de nuestras riquezas, de nuestras miserias, de nuestros aciertos y nuestros errores. Ese sería, quizás una pregunta fundamental para cualquier plan de la patria: ¿Cuáles son nuestro activos y nuestros pasivos en relación con las industrias nacionales? Nos bastaría con saber lo que pasa en el sector de la industria metalmecánica, petrolera, minera y telecomunicaciones.

Este deberá ser el objeto de debate sobre el cuál deberá construirse un plan de gobierno que se plantee realmente un objetivo estratégico de largo aliento y no sólo victorias de coyuntura. Si se les parece demasiado al tema con el cuál se convocaba a las elecciones de 1998, no es de extrañar: El momento constituyente sigue siendo una estancia vigente y necesaria. En esa misma medida, será una estancia de riesgo y de cuidado para preservar los bienes más preciados de la república de Venezuela.

En estos momentos, sólo podemos afirmar que hay un golpe que hace cimbrar a la industria petrolera venezolana y con ello a todo un aparato institucional, económico, social y hasta cultural que ha permitido la Venezuela que somos ahora. Son procesos no lineales, impredecibles porque entre otras cosas, la verdad parece aún oculta entre las sábanas de viejos y quizás nuevos fantasmas.


Emergencia: La ausencia de debate sobre la situación de la industria petrolera hace dudar de la pulcritud de la oposición en relación con las acusaciones a los gerentes de la industria petrolera venezolana. Inevitable recordar el partido Primero Justicia lanzado con dineros de PDVSA.


A tiempo: El petro como moneda fundada sobre bienes materiales del subsuelo venezolano parece un mecanismo de monetarización de una riqueza que requiere de inversiones para ser materializada. ¿Se vende la industria petrolera a través de la criptomoneda? Necesitamos más luces.


Allende: Hace años, Ali Rodriguez Araque en una entrevista rechazaba el término “experto” por considerarla una peligrosa concesión a la persona en cuánto encarnaría la verdad sin cuestionamientos. Parece que el presente, le concede la razón a su rechazo.

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