[OPINIÓN] Reflexiones sobre la cuarentena

Mireya Saas

Mireya Saas es residente del barrio San Agustín en Caracas, e integrante de la cooperativa Unidos San Agustín Convive.

En esta columna, describe la realidad de sobrevivir la cuarentena en un barrio popular, donde se mezclan los desafíos de la pandemia, la precariedad y la inflación.


¿Será verdad que con este flagelo que está afectando a la humanidad, los seres humanos, y sobre todo los venezolanos, vamos a poner en práctica esos valores que algunos hemos perdido y otros ni siquiera sabemos si los tenemos?

En estos días de cuarentena, la calle donde vivo se ha llenado de vendedores informales. Creo que en cada cuadra hay uno, sin contar las ventas en las casas y las bodegas. Ante la imposibilidad de las familias de comprar en los negocios permisados que están abiertos hasta las 12:00, muchos esperamos que abran estos negocios después de las 3:00 pm.

La mayoría de nosotros vivimos del día a día. Me imagino que esta es una de las razones del por qué la gente sale todos los días a comprar, lo mucho o lo poco que pueda adquirir.

Antes del bloqueo la mayoría de las familias podía tener algo en su alacena. Esto ahora ocurre el día que nos abastece el CLAP. Entonces ocurre lo que no se quiere. “Quédate en casa”, nos dicen, pero hacemos cola en la bodega para comprar un plátano, una teta de café, azúcar o sal. O cualquier cosa que amerite comprar, porque si sacamos la cuenta sabemos que no es mucho el mercado que se puede hacer con un salario o dos.

¿Y si la gente no percibe ningún salario? Le sale hacer su cola en el comedor o Casa de Alimentación (hasta el día de hoy no se ha recibido el suministro). Guardan la distancia social de medio metro, porque si la hacen cómo se recomienda, quién sabe a dónde la cola llegaría.

Al pasar los días, sin querer ser pesimista en lo que de abastecernos de alimentos se refiere, las cosas se van a poner más difíciles. Debemos comprar rapidito o esperar que abran las bodegas y no podemos buscar mejores precios.

La gente que tiene negocios en San Agustín abusa de su suerte encareciendo los productos casi tres veces al día. Hoy que es quincena no sabemos qué hacer con ella. La quincena dura quince minutos.

En la avenida que es donde están los negocios grandes como panaderías, charcuterías, carnicerías, los precios están inalcanzables para una asalariada como yo. Ya no hay mucha gente comprando y les estoy hablando de mi parroquia. Me imagino que también es consecuencia de que muchas familias estaban viviendo de las remesas que llegaban de otros países.

El coronavirus nos está mostrando las desigualdades existentes y es aquí donde los seres humanos sacamos, sin importar el contexto, nuestras bajezas humanas. Hay quien ante esta contingencia se está enriqueciendo con la necesidad ajena. Si esto es a este nivel, no quiero ni imaginarme en otros estratos.

Como soñadores que somos, tenemos la esperanza de que esta contingencia nos encarrile hacia un futuro mejor. La historia nos enseña que toda crisis, de la índole que sea, deja saldos positivos y negativos en la conducta y pensamiento de quienes la padecemos.

Vamos a ver de qué lado se inclina nuestra balanza.

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