[ARTICULITO 10]: El trabajo. Parte 1

En el orden, desordenado, en el que hemos venido en esta conversa, se nos ocurre hablar ahora del trabajo.

Vamos a comenzar copiando un parrafito completo de “Qué es un bien”, (la que viene siendo como la cuarta parte de esta conversa): “Por eso nos dicen, desde chiquitos, que nuestro más preciado bien es el trabajo. (Frase que sirve para que entendamos que es normal ser mercancía y que tenemos que  vendernos en el mercado como un kilo de papas y a veces hasta más barato)”.

Si nos fijamos, notaremos inmediatamente que en este sentido, el trabajo es una mercancía. Si nos cuesta aceptar esto, pensemos que la economía habla sin mucha pena de “el mercado laboral” o “mercado del trabajo” y como decíamos en una conversa anterior, si “el mercado” es el lugar donde se compra y se vende, se hace evidente que el trabajo, así entendido, es una cosa que se compra y se vende, es decir ¡una mercancía! (bueno en realidad lo que se compra y se vende es la gente, pero para darle apariencia ética, se dice que la gente vende su “fuerza de trabajo”, como si esto fuera algo que el lleva en el bolsillo y no en su ser).

Pero, regresemos un poquito. Cuando nos preguntábamos “Qué es una mercancía” entendíamos que originalmente la persona trabajaba solo para resolver necesidades. Fue después, cuando se inventó la mercancía y el mercado, qué se empezó a trabajar para producir “cosas“ que no satisfacen necesidades, sino que sirven solo para ser llevadas al mercado, es decir simplemente son cosas que se venden así nadie las necesite.

Pero, sin embargo, cuando en la casa del trabajador o de la trabajadora, se daña algo o hay que hacer algo “para la casa”, la comida por ejemplo o reparar la lavadora o algo así, la persona también “trabaja” para resolverlo, pero no produce mercancías. Las arepas son para comerlas con la familia y la lavadora es para facilitar el trabajo de la casa, nada más.

Y al otro día vuelve a la empresa a vender su “fuerza de trabajo” es decir a producir mercancías que no son suyas (él las hace, pero son del patrón. Situación sobre la que hemos dicho algo y nos falta mucho por decir).

Nos damos cuenta entonces, que existen dos tipos bien diferentes de trabajo: El que produce mercancías y se coloca en el mercado de trabajo y el que resuelve necesidades y que no tiene valor (como el trabajo de una ama de casa, ¡ojo, no tiene valor porque no produce mercancías, no porque no sirva!).

Realmente la “economía” habla de varios tipos de trabajos (no escalas, tipos). Para los economistas el trabajo doméstico, hacer la comida, criar a los hijos, reparar la lavadora, ni siquiera es trabajo. Pero digamos que si lo es y tendríamos por lo menos tres tipos, el trabajo doméstico, el trabajo informal y el “trabajo” propiamente dicho (es decir el que cobra salario y se rige por una ley –por cierto, hecha en la mayoría de los casos por los patronos–)

Claro hay líos cuando se trata de definir, por ejemplo, el trabajo campesino, que en Venezuela es en su mayoría “de conucos” y otras formas simples (atrasadas, dicen algunos) de trabajo. El clasificar el trabajo en “industrial”, “manufacturero” y “de servicios” en lugar de resolver las cosas las complica más.

Todo esto persigue una cosa, confundir el concepto de  “trabajo” de forma tal que aceptemos que el único “trabajo” que vale, que sirve, que genera progreso (acuérdense de aquella famosa frase “Yo especulo, pero doy trabajo”) es aquel que convertido en mercancía, se compra y se vende en “el mercado”.

Y ese concepto lo tiene el trabajador metido hasta los tuétanos. Y por eso le parece que trabajar en una organización productiva comunal, no es trabajar, es apenas un “mientras tanto” apenas un resuelve, como vender empanadas. Y es que el capital nos moldea de tal manera que solo nos sentimos seguros, cuando tenemos un patrón y un “quince y último” (cesta-tique incluidos).

Vamos a detenernos esto aquí. En la siguiente conversa (o en la siguiente parte de esta conversa, que paramos para que no se haga demasiado larga)  vamos a volver sobre los dos tipos de “trabajo” básicos: el “trabajo” para resolver necesidades y el “trabajo” para producir mercancías. Es muy importante que esto nos quede claro, para poder comenzar a desprendernos de la condición de mercancía (impuesta por la explotación) que nos otorga el trabajo asalariado.

Estamos claros de que la cosa se está complicando. Pero ya lo habiamos dicho. Y se va a poner peor….

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