[CONTRATIEMPO] El gobierno en la retaguardia: ¿La comuna en revolución?

“Comuna o nada”
(Hugo Chávez, 2012)

Sin lugar a dudas que Martí no decía nada nuevo, pero no por ello menos cierto, cuando señalaba que lo importante en política es lo que se oculta, lo que no se ve.

El tiempo nos revelará elementos que seguramente ahora se quedan en los márgenes de lo público. Algo que le resta valor a la dimensión protagónica de la democracia participativa en Venezuela, en la cual se supone que los procesos de construcción de consensos y acuerdos políticos precisamente por esa dimensión protagónica (“proto-agónico”) está lanzado a la tarea de ir debatiendo los límites sobre los cuales se impone el silencio en nombre de una razón de estado que no es más que la razón del poder. La potencia, aún por realizarse, de una democracia protagónica es precisamente la imposibilidad del secreto como excusa.

Los primeros signos del gobierno de Nicolás parecen estar apuntando a crear las condiciones mínimas para hacer posible el tránsito político, cualquiera que el destino sea, en un espacio social de paz y de acuerdos entre sectores que son históricamente antagónicos. Pero, quizás habrá que explicar bien este antagonismo histórico porque no es precisamente aquel asociado al antagonismo de clases de inspiración marxista.

Se trata de un proceso más complejo, es la revelación de un modo de usurpación hecho en nombre de la democracia de lo que se supone es la riqueza de todos. En este sentido, va más allá de una apropiación del trabajo del otro. Se trata de una disputa por una condición de existencia que es previa a cualquier contrato de intercambio económico o social. La disputa que se reveló en Venezuela es entre los desheredados y los oportunistas, la más infame de las relaciones que se puede dar entre hermanos. Porque esencialmente, es el hurto no sólo de su correspondiente riqueza (poca o mucha) sino además de su condición de ser. Es allí dónde ocurre una sorda batalla que la mayor parte de los sectores que han tenido el mínimo acceso a los bienes públicos -y entre ellos ocupa lugar fundamental la educación- no terminan de entender y prefieren asimilarla al modelo de la lucha de clases. Ese modelo de confrontación para el caso venezolano, es poco pertinente. Lo ha demostrado el modo cómo se dan de la mano ambas partes para demandar a un supuesto regente de los bienes o riquezas del país que le den su cuota en un alarde no sólo de ignorancia sino de poca elaboración en la construcción de un tejido político alternativo. En este sentido, el gobierno está “obligado” por circunstancias históricas a seguir administrando el reparto. La transformación radical de Venezuela necesita entonces de otra vanguardia.

La situación de fragmentación de las fuerzas populares es evidente. Y, sin embargo, hay una heterogeneidad en los modos como se asume la circunstancia histórica la cual permite pensar que hay elementos para apostar a la comuna como la instancia que podrá resolver lo que desde el estado-nación y el aparato institucional de gobierno actual luce imposible: la re-constitución de la venezolanidad desde una identidad compleja y que deberá avanzar en varios frentes simultáneamente para alcanzar una estancia de madurez que le permita asumir su propio gobierno. La razón es esencialmente espacial: la cercanía de los cuerpos y necesidades son inocultables y los aliados son los que en el entorno están.

Sin ánimos de ser exhaustivos, habría que señalar que es inevitable una política de identidad que valore por encima de todo, lo que es común sin que se disuelva en el reconocimiento de derechos que son, en el mejor de los casos, una ficción institucional que exacerba la diferencia por encima de la igualdad. Será necesaria una política de re-constitución de lo común y lo público desde lo concreto para poder trascender a otros espacios de debate y construcción de un sujeto con aspiraciones más estratégicas. Es imprescindible avanzar en la demanda de una custodia férrea y colectiva de los bienes que son administrados por el estado-nación. La estructura del estado demostró ser incapaz y será necesario urdir nuevos mecanismos para garantizar que espacios tan vitales y frágiles como el Arco Minero, la Faja Petrolífera Hugo Chávez y los bienes considerados vitales de la nación sean administrados de manera transparente, eficiente y abierta. La unión cívico-militar debe ser ciudadana o deviene en un secuestro de la parte más débil de la ecuación.

Estos elementos que serían las condiciones primeras, seguramente entre otros de igual o mayor importancia, son necesarios para que el propósito de un socialismo deje de ser un plan étereo y se constituya en la hoja de ruta de las comunas. Porque a fin de cuentas, la soberanía reside en el pueblo.

Emergencias: La caotización de las relaciones sociales entre hermanos es el mejor de los caldos de cultivo para envilecer a los individuos. La impunidad es parte de la caotización que aparece como error no forzado en una sociedad democrática y en un estado social de derecho.

A Tiempo: El desgobierno no necesariamente es un acto de ineficiencia. Puede ser la forma más audaz para propiciar las condiciones para que cualquier diferencia pueda desembocar en un conflicto civil de alto impacto. En Mérida, parece que se práctica y lo hacen bien.

Allende: La conflictividad que vive América Latina es prueba contundente del éxito del modelo neoliberal en crear estados enanos y líderes pusilánimes. El gobierno de los pocos, siempre termina siendo un gobierno cobarde y en esa medida, agresor de las mayorías.

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