[OPINIÓN] Debates desde el fragor. Por la construcción de la sociedad comunal.

Por: Carlos Rivas

            Iniciamos esta reflexión echando mano de un texto titulado El enigma de la Docilidad, de Pedro García Olivo (2005), más precisamente cuando hace un llamado al compartir necesario de nuestro tiempo, reivindicando la posibilidad de encontrarnos comunitariamente en la discrepancia y en la discusión, a veces necesariamente incomoda, pero entendiendo que solo multiplicando este horizonte constructivo es posible avanzar hacia la construcción de un andar que a todas luces se presenta como inédito, y por esta característica, cargado de incertidumbre, pero también con una carga histórica importante, la cual nos obliga a crear nuevos referentes epistémicos, nuevas posibilidades cognitivas que den parto a una institucionalidad radicalmente diferente a la heredada por la modernidad. Decía Frantz Fannon, en Piel Negra, Máscaras Blancas, que no importaba tanto el color de la piel, lo que más importa es el color de la razón, y es precisamente éste último elemento sobre el que la  posibilidad comunal viene a reflexionar, es ante esta realidad suicida sobre la que la comuna viene a debatir, precisamente para dar cuenta de una nueva subjetividad. Recordemos que los seres humanos somos producto de las instituciones que nos permiten la reproducción social, y que en esta dinámica no existe la posibilidad de concebir neutralidad alguna.        

            García Olivo (2005), afirma que las democracias liberales occidentales han creado una suerte de individuo cómplice con la muerte y la injusticia: Incapaz de amar o de odiar el sistema político imperante, inepta para afirmar o negar una formula de la que “deserta” sin acritud -o que acepta sin convicción-, la ciudadanía de las sociedades democráticas se hunde hoy en una apatía difícil de explicar (García. 2005; P. 20). Por eso tenemos que reinventar-nos, crear nuevos sistemas políticos, más democráticos y participativos, se trata entonces de hacer un ejercicio de reinvención del poder, para hacer realidad la demanda Nuestramericana de construir una sociedad en la que las formas de gobierno hagan praxis del poder obediencial.

            La posibilidad de la utopía comunal, tiene un carácter internacionalista, que dialoga con los comuneros de París, con los Soviets de Rusia, con los republicanos españoles, con los zapatistas de Chiapas, con los Sin Tierras del Brasil, con los pueblos Originarios del Nuestramerica, en fin, con todas las expresiones de lucha de los pueblos oprimidos del mundo, quienes han decidido labrar senderos diferentes al destino manifiesto suicida que ofrece el capitalismo a estala planetaria. Cada experiencia de lucha ha sido genuina, es situada, tiene un contexto, está plagada de contradicciones y de posibilidades para seguir re-creando posibilidades emancipatorias. Las Luchas comunales a través de la historia dan cuenta, en definitiva, de un diálogo de lo global con lo local, sin pretensiones de universalidad como exportación de modelos, es producto de una lucha territorial, en palabras de José Carlos Mariátegui: no es copia ni calco, es creación heroica.  

            En Venezuela, no estamos exentos de esta vorágine propia de la dialéctica de la historia, por eso apelamos al “cimarronaje” de los procesos atinentes a la construcción de la sociedad comunal, pues hay quienes, con muy buena voluntad, pretenden cambiar todo, para que nada cambie, hacer las del Gatopardo, mantener las cuotas de poder a costa del discurso comunal. Hay una tensión, saludable a nuestro criterio, que no podemos negar, entre algunas estructuras existentes y la posibilidad comunal, tensiones que abren un debate importante, un debate que alimenta y enriquece a esta construcción societal. Por eso consideramos necesario, darle color a la razón, y esto se traduce en ganar campo ante las “verdades indiscutibles” que el liberalismo, como ideología que permite la reproducción de la lógica del capital, ha instalado en nuestras sociedades. Boaventura de Sousa Santos le llama pensamiento Pos-abisal, nosotros/as lo conocemos como cimarronaje paradigmático permanente.

            Pensar lo productivo, lo histórico, lo cultural, lo recreativo, lo artístico, lo territorial, lo creativo, lo comunicacional, lo organizativo, lo alimentario, la salud, lo relacional, lo institucional, las infancias, lo educativo, en fin, pensar en todas las esferas de lo social, es el acto propio de la posibilidad comunal, se trata de planificar en cada territorio, desde las posibilidades propias de cada lugar y las necesidades reales del entorno para alcanzar que la vida sea humanamente gratificante, impulsando rupturas que den cuenta de nuevas subjetividades comunitarias.   

     En una entrevista reciente hecha a la Antropóloga Venezolana Iraida Vargas, esta afirmó, que:

La comuna es un planteamiento popular alternativo, contestatario al mundo capitalista. Es una forma de organización que existe desde que existe la humanidad, con la conformación de las comunidades humanas con sus diversidades y complejidades o su sencillez. Desde que existe humanidad hay la necesidad de organizarse en comunidad. John Schwarzmantel en su libro Socialism and the Idea of the Nation, plantea que existen dos tipos de naciones, la étnica y la política. Y precisa que la diferencia es que en la étnica se unen porque son del mismo color, lengua, y la nación política se unen porque tiene el mismo proyecto de vida.  

            Por tanto estamos ante la emergencia de un proyecto contrahegemónico, que no puede ser dictado por un Estado como el nuestro, que aun es capitalista, un Estado que mantiene vivo al patriarcado, y que a todas luces debe ser transformado desde sus raíces. El pueblo es el protagonista, y es por tanto el edificante del metabolismo social que dará parto a la nuevas relaciones sociales, que entiendan a la autonomía y al poder desde una lógica consustanciada con el proyecto nacional en permanente reflexión.   

¿La ciudad comunal como mandato o como posibilidad libertaria?. 

            El presidente Chávez decía, que “más importante que la comuna, era el espíritu de la comuna”. En ese orden de ideas, más recientemente el presidente Nicolás Maduro hacía un llamado por los medios públicos, a que por medio de la construcción de la posibilidad comunal “volteáramos al país como una media”. Con ello, se hacía hincapié a la construcción de 200 ciudades comunales, que no son otra cosa, que sistemas de agregación, que brinden la posibilidad de replantear la vieja organización político territorial heredada de la tradición colonial-eclesiástica. Con este planteamiento el debate toma otras dimensiones, pues nos conduce a discernir sobre la ontología misma de lo que significa una ciudad bajo la concepción burguesa, y cómo esta conceptualización descarta por naturaleza los bordes de lo urbano, entendiendo que para que la reproducción de la vida surta un efecto positivo, las montañas, las nacientes de agua, los ríos, las zonas ambientales con ecosistemas frágiles, son susceptibles de protección, por quienes además deben poseer una elevada conciencia ambiental y ecológica. Consideramos, de esta forma, que históricamente, la ciudad bajo la concepción burguesa, está concebida en detrimento del campo y de sus habitantes, y esto debe ser discutido con profundidad, pues existirán territorios en los que la categoría en cuanto sistema de agregación, sea otra, como por ejemplo el corredor comunal, o el territorio comunal, teniéndolas como otras posibilidades de aglutinamiento comunal para el ejercicio del autogobierno. Lo cierto es que estamos ante una posibilidad funcional del espacio geográfico, en el que ya no será el mercado, sino la posibilidad de planificar en función de garantizar la satisfacción de las necesidades básicas de los habitantes de determinado territorio. En éste sentido volvemos a la idea de darle color a una nueva racionalidad del espacio y de la autopoiesis de lo social, como forma para el ejercicio del poder, para lograr aquello que decía Chávez, que la gente en definitiva “tenía que poder poder”.                      

            Los sistemas de agregación, entonces, no pueden ser diseñados en una oficina, ni pueden estar dados por intereses de factores políticos partidistas locales, mucho menos deben suplantar a los viejos municipios, inoperantes y caducos, deben ser producto de una identidad co-creada, que den cuenta de una identidad propia del reconocimiento de elementos propios de las comunidades participantes del proceso, deben ser consecuencia de un entramado histórico y cultural en el que la gente debe participar activamente, como de hecho está ocurriendo a lo largo y ancho del territorio nacional. Es la aplicabilidad de la Toparquia, la Topofilia y la Topogogía como procesos edificantes de nuevas identidades.      

            Hay que tener en cuenta, que es un proceso edificante, de abajo hacia arriba, inicia desde abajo y desde adentro, decimos en nuestros debates, es constituyente, es atrevido, antipatriarcal, solidario, ecológico, emancipatorio y libertario. Berger y Luckmann (1995) en La Construcción Social de la Realidad, hablan de la habituación, como paso previo a la institucionalización de procesos sociales que permiten la reproducción de lo social, es decir, para que haya sociedad e instituciones comunales debemos vivir en comuna, que lo que se conoce como la “economía del esfuerzo cotidiano” esté dada por la reproducción de una relaciones que efectivamente den cuenta de nuevas formas de concebir la vida. Dice Alain Badiou en la Teoría del Sujeto, que hay que procurar que el sujeto devenga en la gente, y no que el sujeto sea el partido o el Estado (p. 44).

            La filosofía de la praxis en el marco de la construcción comunal, está expresada en el ejercicio de lo cotidiano. Una nueva concepción del poder se ve expresada en lo que viene a representar el parlamento comunal, que debe ser quien motorice el debate por la construcción de la ciudad comunal, entre otros debates centrales, y decimos que motorice, porque no es el parlamento comunal la máxima instancia para la toma de decisiones, esta última sigue siendo la asamblea de ciudadanas, esa que incorpora las diferentes visiones y posturas, ese espacio en el que nos reconocemos como distintos, donde la otredad emerge como elemento importante para la re-composición de lo social. En ese sentido, los parlamentos comunales, de hecho están compuestos por vocerías de cada consejo comunal, cada organización social o cada movimiento social que forma parte de la comuna, se convierte de esta forma en un espacio deliberativo, para la planificación de la política a desarrollar en el territorio comunal, cumple de esta forma con una responsabilidad dual, si se quiere, hace las de un espacio para el diseño de una legislación local, situada y contextualizada, y al mismo tiempo gobernar, poniéndole colores a la razón, rompiendo con el mito liberal de la separación de poderes, se convierte de esta forma, en una nueva manera de ejercer la política, que sea funcional a las aspiraciones y necesidades del pueblo organizado, para la erradicación del hambre, para el combate con método contra la miseria, para hacernos de herramientas que nos sirvan para lo contrahegemónico, que debe traducirse en dignidad, en esperanza y horizontes alcanzables, aquí y ahora. Transitar de la noción de pueblo en sí, en pueblo para sí.            

            Los aparatos Jurídicos están en discusión, sin embargo, consideramos más importante hacer buen sentido de éste proceso en ciernes. Estamos ante la posibilidad de avanzar en la consolidación de una sociedad completamente despatriarcalizada, territorios en los que exista democracia en los medios de producción fundamentales para la reproducción y el sostenimiento de la vida, unas comunidades ecológicamente co-responsables, autónomas y siendo capaz de re-significar las miradas sobre su propio contexto social. Estamos ante el reto de volver a mirar las nociones conceptuales que han configurado a la cultura hegemónica que nos determina, reflejo de la clase dominante, y que peyorativamente relegó al olvido toda una tradición que hoy día seguimos mirando con desdén. Conceptos como el de lo “Arcaico”, hay que re-dimencionarlo y darle una mira positiva, para poder ver nuevamente al pasado y de ahí aprender, en función de los nuevos pasos que daremos. Mirar a lo que fue la experiencia del Calpuli Mexicano, de los caracoles en Chiapas, la Milpa en centro América, la Minga en Colombia, la confederación Iroquesa en lo que hoy son los Estados Unidos, el Shabono en Venezuela, el Aillú Inca, entre muchas otras expresiones de lo colectivo, abre posibilidades en la región para re-considerar nuestros sistemas políticos y de gobierno, que acaben con el lastre del populismo, que aborrezcan el control, la cooptación y el clientelismo político, y que en definitiva instalen la idea de que el camino se construye transitándolo y no estando a la sombra y bajo el amparo de un Estado Mágico, que no aplica políticas transformadoras, sino que con una chequera gorda pretende construir la utopía.     

            En nuestro caso, reivindicar lo tropical, nuestra raíz ancestral, Nuestramericana, caribeña y africana, es el argumento en el que radica la posibilidad de seguir avanzando en la construcción de la dignidad, aquí y ahora.

Biblio-hemerografía:

  • Badiou, Alain. Teoría del sujeto. Prometeo Libros. 2008. Buenos Aires. 
  • Berger ; Luckmann. La Construcción Social de la Realidad. Amorrortu Editores. 1995. Buenos Aires
  • Cazal, Raul. Iraida Vargas: La comuna es el regreso a la Humanidad. Febrero 27, 2021.
  • García Olivo, Pedro. El enigma de la Docilidad.  Virus Editorial. Folletos. 2005. Barcelona.     

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *