[ENTRELUCHAS] Alienígenas, conflictos y esperanza: la constituyente chilena bajo la lupa

“La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.” 

León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa.

El domingo 6 de octubre del 2019, las autoridades chilenas anunciaron el aumento de la tarifa de movilidad en el transporte masivo de la capital. El lunes 7 de octubre comenzaron las primeras evasiones en el metro de Santiago llevadas a cabo específicamente por estudiantes de educación media (liceístas). Para el 15 de octubre todas las estaciones del metro de Santiago resentían los enfrentamientos entre evasores y fuerzas del orden público, para jueves el 18 de octubre el 80 % de los carabineros de Santiago se encontraban apostados en las distintas estaciones del metro de Santiago. 

Aquella jornada daría inicio a las protestas masivas más grandes de la historia reciente de Chile. Al día siguiente, el presidente Sebastián Piñera, invocando la Ley de Seguridad del Estado por primera vez en los tiempos de la democracia, decretó el estado de emergencia en Santiago. El 23 octubre, todo el país se encontraba sacudido por manifestaciones y protestas masivas.

El 7 de noviembre, ante la enorme conmoción que vivía el país, Piñera convocó al Consejo de Seguridad Nacional (COSENA), constituido por los principales representantes de los tres poderes constitucionales del Estado Chileno y el alto mando del ejército. Las declaraciones oficiales de los representantes del COSENA confirmaron lo obvio: el agotamiento de la institucionalidad del Estado chileno, por ende la crisis de gobernabilidad y por último la imposibilidad del ejército de controlar la situación sin abstraerse del marco constitucional.

Cinco días más tarde Piñera anunciaría, enmarcado en “La Agenda Nacional”, el compromiso de su gobierno con la elaboración de una nueva constitución, compromiso que fue ratificado el 15 de noviembre tras largas deliberaciones entre partidos oficialistas y opositores en el congreso. Se formuló el “Acuerdo por la paz social y la Nueva Constitución” presentado por diversos líderes parlamentarios del oficialismo y la oposición. La agenda fue concretada el 24 de diciembre del 2019 con la reforma constitucional que permitía la realización del plebiscito originariamente previsto para el 26 de abril de 2020 y que terminó ejecutándose finalmente el 25 de octubre del 2020 debido a la pandemia.

En poco más de un mes, la principal vitrina latinoamericana del neoliberalismo sufrió la más fuerte y masiva crisis política de su historia reciente. De forma inesperada, el movimiento social sorprendió tanto al gobierno nacional como a los partidos de oposición desbordando las calles, haciendo sentir en un primer momento su indignación por el costo de la vida, luego transversalizando el discurso al problema de la desigualdad en Chile para finalizar cuestionando la totalidad del entramado institucional del Estado. En resumidas cuentas, pusieron en cuestión la constitución vigente en la nación austral.

El plebiscito del 25 de octubre del 2020 expresó el gran apoyo de la sociedad chilena a la propuesta por la redacción de una nueva constitución. De los 14.855.719 electores participaron un total de 7.569.082, el 50,95% del padrón, cifra récord en los procesos electorales chilenos. La opción por la elección de una convención constituyente de paridad de género de los convencionales obtuvo 5.892.832 votos, casi un 80 % de aprobación por parte del electorado participante.

Luego de 19 meses del estallido social de octubre del 2019 y de verse suspendida en cuatro ocasiones la jornada electoral, el proceso de escogencia de los convencionales finalmente se realizó en los comicios del 15 y 16 de mayo del 2021.

Esta jornada contó con menos participación que la del 25 de octubre, de los 14.855.719 electores solo participaron 6.446.866 lo que representa poco más del 43% del estimado para la elección, mucho menor que el 50.95% del plebiscito, no obstante en este marco fueron escogidos los 155 convencionales 77 mujeres y 78 hombres, entre ellos 17 representantes de los pueblos originarios de Chile.

La gran particularidad de esta convención será la paridad de género de sus miembros y el gran número de escaños que alcanzaron los candidatos independientes. Entre las plataformas independientes e independientes aliados a partidos sumaron 88 asientos en la convención, lo cual representa poco más del 56% del aforo de la Convención.

En cuanto a la orientación ideológica, puede señalarse que la Convención está dividida entre una izquierda reivindicativa y fuerte con 54 convencionales divididos entre las plataformas Apruebo Dignidad y La Lista del Pueblo; otra izquierda más “tibia” con tendencias al centro que reúne 47 escaños entre las facciones de la Lista del Apruebo; plataformas Independientes por una Nueva Constitución e Independientes Fuera de Pacto. Por otra parte se encuentra la derecha dura y actualmente oficialista con 37 asientos concentrados en torno a la alianza «Vamos por Chile». Y por último están los 17 constituyentistas de los pueblos originarios que permean en los espectros de la izquierda fuerte y la izquierda tibia. Este será el escenario para la redacción de la nueva constitución.

Este periplo, que nos ha permitido ponernos en contexto con el proceso social iniciado en octubre del 2019 y que ahora se consolida bajo la aspiración de cambio en esta constituyente, ha servido como introducción para la siguiente parte de este artículo, con la colaboración de Hugo Bello, abogado y promotor cultural que durante muchos años se desempeñó como asesor del Congreso de la República en materia laboral. Es también militante de la plataforma política Frente Amplio, esta última hace parte de la coalición constituyente Apruebo Dignidad.

Hugo accedió a concedernos una entrevista y compartir con mayor detalle y desde la lucha misma como ha sido la experiencia reciente de Chile en lo político y en lo social, sobre todo enmarcado en este proceso constituyente.

Lo primero que quisiéramos saber es, ¿qué representa la constituyente para ti como militante y, como chileno qué representa para el país? 

Hugo Bello: Como militante es un anhelo cumplido, que confieso pensaba no iba a ocurrir jamás. Para Chile representa una oportunidad fundamental de volver a las sendas de la justicia y la igualdad que tanto necesitamos. Es la primera vez que el pueblo puede escribir y, además, poner los temas de la nueva constitución. Las convenciones constitucionales en Chile siempre se habían dado entre pocos. Esta vez será entre los sin poder, entre el pueblo que estaba en las calles el 18 de octubre, entre los de abajo.

Esta convención, a diferencia de lo que ha sido otras instancias deliberativas en el escenario político (las dos cámaras del congreso por ejemplo), no cuenta con un sector mayoritario que monopolice las decisiones, ninguna facción posee los votos suficientes para utilizar el veto, lo que hace necesario tener claro las posibles coaliciones de cara a futuras alianzas. ¿Podrías hablarnos de los actores y las facciones que forman parte de la convención y cómo prevés que funcionará la Convención?

HB: Respecto a los actores principales, sería importante tratarlos por segmentos. Esto nos revela más que simplemente analizarlos desde los partidos de los que son parte. Hay una primera distinción: 

A) Los que querían cambiar la Constitución del dictador y los que no.

B) Los que representan el viejo orden y el nuevo. Del viejo orden hay gente que aprobó y otra que rechazó el plebiscito, son neoliberales y conservadores representados en los partidos de derecha: Unión Demócrata Independiente (UDI), Renovación Nacional (RN) y Evolución Política (Evopoli). Pero también hay que agregar aquellos enquistados en los partidos de centro izquierda: Partido Socialista de Chile (PS), Partido por la Democracia (PPD), Partido Radical de Chile (PR), Partido Demócrata Cristiano (PDC), una suma de «socialdemocracia más socialcristianismo». Estos son los que condujeron la transición a la democracia, negociaron con la dictadura, prometiendo acabar con el sistema neoliberal. Pero lo que hicieron fue acomodarse a él.

C) Minoría y mayoría en la Convención: La minoría está formada por los del «viejo orden», o sea partidos tradicionales. Derecha más Concertación o centro izquierda. La mayoría está constituida por antineoliberales, y antipartidos tradicionales, además de partidos izquierdistas: el Partido Comunista (PCCh) que es el único partido tradicional que se encuentra cómodo con esta nueva mayoría y el Frente Amplio (FA) una agrupación nueva de 2017.

D) Independientes y Partidos Políticos. La convención está integrada con una mayoría de Independientes primera fuerza. Partidos de izquierda (PCCH) más (FA) segunda fuerza, luego la Derecha tercera fuerza y al final, la centro izquierda, pero la mayoría de estos son del (PS) e independientes contrarios al nuevo orden, es decir a cambiar demasiado la constitución. En Resumen: serán actores principales los independientes, donde se mezclan, además de los pueblos originarios, feministas, izquierdistas, ambientalistas, etc. y los partidos de izquierda (PCCH) y (FA).”

Pareciera que lo que podríamos llamar la política “tradicional” está en crisis. ¿Cómo entender desde este punto la convención? ¿La convención es fruto del agotamiento de los actores tradicionales en la política o la crisis del sistema y el modelo chileno?

HB: Son las dos que señalas, mezcladas con los cambios de paradigmas a nivel global. Hoy por hoy las luchas se focalizan en los temas medioambientales, pero también se acrecientan la incertidumbre, la vulnerabilidad. 

El control social junto a los poderes supranacionales ahogan la democracia y la soberanía de los pueblos. Aunque no comparto mucho la idea, se menciona mucho la opinión de que se rompió la lógica o clivaje «derecha/izquierda» y se impone otra lógica, «pueblo/élite». «horizontalidad/verticalidad» «participación/representación» y yo agregaría «naturaleza/antropocentrismo». A esto se podría sumar «feminismo/machismo».

Hay que entender este último discurso y sus formas de lucha como frutos de un proceso histórico que vivimos en Chile desde hace por lo menos 50 años. Por ejemplo, los llamados independientes, en mi opinión son hijos de su tiempo, ven el poder como algo sucio por definición… y por eso se resisten a institucionalizarlo. Además, pienso que esa actitud en parte es un resabio del individualismo que les inoculó el sistema neoliberal sumado al discurso antipartidos que difundió la dictadura.

También creo que el Partido Comunista (PCCh) es el último partido del viejo orden que no acaba de morir, y el Frente Amplio (FA) el primer partido del nuevo orden que no acaba de nacer. Es cierto que el PC es el único partido tradicional que se salvó de la debacle, muchos lo apoyan porque es antineoliberal mientras no vayan surgiendo nuevas alternativas políticas. El (FA) es la primera de ellas, pero es muy posible que salgan más. Por ejemplo: La Lista del Pueblo podría llegar a organizarse como partido.

Quisiera que habláramos un poco más de este grupo de independientes, que para algunos son un enigma. Es sorprendente que sean 88 convencionales los que se autodenominan independientes, aliados o no con los partidos. ¿Es posible para los independientes crear un bloque de cara a las pugnas políticas dentro de la Convención?

HB: Quisiera se me permita un dato jocoso… Si no mal recuerdo el 20 de octubre, dos días después del estallido social a la primera dama (Cecilia Morel) se le filtró un audio donde comparaba a los manifestantes del estallido social con alienígenas. Aquello causó una conmoción, mas sin embargo la Lista del Pueblo, que es la plataforma independiente más grande con 26 convencionales, lo ha tomado como marca de identidad. Esto me parece gratamente llamativo, sobre todo por ser una metáfora de lo enigmático que estos nuevos actores resultan para el viejo orden y el conservadurismo. Resulta muy significativo que los convencionales de la (UDI) se quejaron públicamente por “los atuendos informales” de los independientes durante la ceremonia de apertura de la convención. Simplemente podríamos decir que son como alienígenas para ellos, esto muestra hasta qué punto estos viejos grupos políticos están separados de la sociedad que dicen representar.

Esto evidencia en qué marco se puede hacer o realizar realmente las alianzas políticas entre los independientes, es muy posible que logre organizarse para actuar en bloque (los independientes) esto dependerá de la capacidad para consolidar agendas compartidas y de la fuerza doctrinal que desarrollen los mismos movimientos, debo confesar que esto último me preocupa, pero creo que la conversación hará que existan vasos comunicantes con el otro bloque (PC y FA) y que neutralicen toda pugna posible.

Decía que me preocupaba el tema del programa, la agenda y la doctrina porque están pensando (los independientes) en llevar candidatos a las parlamentarias y a las presidenciales. No sé si alcancen, pero si lo logran creo que puede abrir apetitos personales y resaltar las diferencias entre ellos. Además, hubo mucha gente de partidos tradicionales que votó por ellos motivados por lograr independientes exclusivamente para la Convenció pienso que esto puede jugarles en contra electoralmente además de distraerlos y enredarlos en su gestión constituyente”.

Para finalizar, ¿qué visualizas y que esperarías de la Convención Constituyente?

HB: Algo que esperaba ya sucedió: borrar la Constitución del dictador y que se reinicie el sistema de partidos. Espero además que se regule mucho mejor la distribución del poder institucional y social, vertical y horizontalmente, lo nacional y lo local, lo central y lo regional, etc. Que se garantice no sólo un Estado Social de Derecho sino normas que favorezcan un plan de desarrollo nacional inclusivo, no excluyente ni depredador.

Creo además que este proceso abre puertas a la juventud, puertas que debe saber aprovechar. Yo ya tengo 65 años, son los de las nuevas generaciones los llamados a participar y a implicarse en este proceso en mayor medida. Esta renovación de la historia chilena es fruto de ustedes, los participantes de la Revolución de los Pingüinos (2009-2011), son ustedes los que hoy se encuentran como convencionales en la Lista del Pueblo o de Apruebo Dignidad, es dicha generación la que ha empujado en esta ocasión la rueda de la historia con un solo grito: el grito por la justicia, la justicia que nos robaron hace casi 50 años, la justicia de los desaparecidos, de los olvidados, de los mártires, de los revolucionarios. Es la oportunidad más inmediata que tenemos para empezar a dejar atrás el neoliberalismo y la democracia mentirosa que nos heredó la dictadura con la constitución de 1980.


Como lo ha expresado Hugo Bello, aunque en un primer momento pareciera que la izquierda tiene ventaja de cara a la redacción de la nueva constitución, resulta obvio inferir que la gran cantidad de independientes sin fidelidad partidista genera dudas al pensar en una posible coalición del polo de las izquierdas. Esto se debe sobre todo a la falta de un piso ideológico unificado junto a las posibles y reales aspiraciones personales que podrían fragmentar las facciones independientes. El otro posible problema que se avizora en el horizonte viene por parte del poder constituido y sus instituciones.

Según la agenda del proceso, la convención convivirá con el Congreso, lo que significa que mientras se deliberan los marcos de la nueva constitución el órgano legislativo puede en teoría sancionar y reformar leyes enmarcadas en la constitución vigente. Esto podría generar una crisis entre ambos poderes. 

De igual forma, la Corte Suprema ha establecido algunos marcos que contornean las posibilidades de la constituyente. Entre ellos resalta el respeto a los tratados internacionales, tratados que incluyen los establecidos con empresas y capitales internacionales en distintos sectores incluyendo la minería y la pesca. La disolución de estos acuerdos hace parte de la agenda de los convencionales de izquierda dura de cara a un nuevo modelo económico más sustentable e igualitario. En Chile la Convención Constituyente no cuenta con una naturaleza supraconstitucional, al menos no formalmente. La convivencia de la misma con el resto de los poderes del Estado estará enmarcada por la tensión y no en la convivencia pacífica.

La muestra más evidente de esta tensión se vivió el pasado 4 de julio, fecha de instalación de la Convención. Según lo establecido en la ley, al ejecutivo le correspondía acondicionar el Palacio del ex Congreso Nacional de Chile para la constituyente. Sin embargo esta tarea no fue cumplida, mostrando en cambio este último una actitud evasiva con respecto a sus responsabilidades.

Otro episodio de tensión se vivió los días 9 y 10 de julio, esta vez entre el Congreso Nacional y la Convención por el llamado “indulto del estallido social“. El documento de amnistía tiene por objetivo librar de responsabilidad judicial a los manifestantes arrestados durante las protestas y ha causado roces entre ambas cámaras deliberativas. El Congreso ha advertido que la Convención no tiene la potestad ni para exigir, ni para introducir proyectos de ley. A su vez, la Lista del Pueblo ha mencionado que la única forma de iniciar el proceso constituyente es liberando a quienes lucharon por él.

En todo proceso de cambio social existen fuerzas que resisten a ser cambiadas. En Chile estas fuerzas son más reaccionarias y conservadoras que en el resto del continente, por amoldarse durante años a una estructura institucional que promovía la desigualdad y apartaba a las mayorías del ejercicio democrático.

Reconociendo esto, Elisa Loncón, presidenta de la convención comentaba durante su instalación: 

“Tenemos que ampliar la democracia, tenemos que ampliar la participación, tenemos que convocar hasta el último rincón de Chile para que vea este proceso, que sea un proceso transparente. Esta vez estamos instalando acá una manera de ser plurales, una manera de ser democráticos, una manera de ser participativos, por eso esta convención que hoy día me toca presidir transformara Chile, en un Chile plurinacional, en un Chile intercultural, en un Chile que no atente contra los derechos de las mujeres, contra los derechos de las cuidadoras, en un Chile que cuide a la Madre Tierra, en un Chile que limpie las aguas, en un Chile contra toda dominación… Es posible refundar este Chile, establecer una nueva relación entre el pueblo mapuche y todas las naciones que conforman este país».

Resulta profundamente simbólico que quien ha sido escogida para presidir la convención sea Mapuche, unos de los pueblos originarios más humillados, maltratados e invisibilizados de la historia de América y que hasta hace poco era definido por el Estado chileno como terrorista. Después del 18 de octubre todo el pueblo se dio cuenta de que compartía con el pueblo Mapuche la humillación, el maltrato y la invisibilización, incluso el adjetivo de terrorista. 

Hoy como un solo pueblo los chilenos construyen la patria que desean. Hoy Chile ha despertado y los hombres y mujeres libres empiezan a encontrarse bajo las alamedas. 

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