Monetarismo vs. clase trabajadora, ¿quién gana? Una conversa con Tony Boza

Tony Boza es un economista venezolano y diputado a la Asamblea Nacional por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en representación del estado Zulia. 

Junto a Pasqualina Curcio y Juan Carlos Valdez, ha sido de los principales defensores de la indexación salarial como mecanismo para proteger el poder adquisitivo de la clase trabajadora. 

En esta entrevista, Boza pone la mirada sobre las políticas económicas recientes, los debates alrededor de la inflación, y los retos para la economía venezolana bajo asedio.

Según datos oficiales, el país lleva ya cuatro años consecutivos de crecimiento del PIB, aunque la inestabilidad se sigue manifestando. ¿Qué balance haces de la coyuntura económica y de la política económica actual?

Lo primero que hay que decir es que cualquier análisis está debilitado por la carencia de información precisa. El Banco Central de Venezuela no publica datos, por ejemplo de crecimiento por sector. 

Sabemos de varios voceros que la economía lleva 16 trimestres consecutivos de crecimiento, es decir, cuatro años, y este período debería permitir sacar conclusiones en cualquier experimento social. Analizar el impacto de una política para saber si vale la pena seguir o habrá que cambiar. 

Hay muy poca vocería de la situación económica. Si yo hago una analogía, cuando un niño está enfermo, el médico le dice que tiene que tomar una medicina amarga. ¿Por qué? Porque así se va a curar, y no hay más explicación. 

Pero si ya llevamos varios años tomando una “medicina,” debemos saber por qué se aplican las medidas y cuál es el camino a recorrer. Porque es cierto que hay un bloqueo imperialista, hay un asedio contra el país. Eso tiene un impacto real en la economía. 

Entonces, quizás no se pueden explicar los movimientos tácticos, para que el enemigo no se entere y empeore el bloqueo. Pero, si queremos que la gente nos acompañe, se puede decir lo estratégico, qué ruta vamos a tomar para llegar a un mejor esquema de distribución de la riqueza. No podemos especular sobre ese plan, si es que existe.

Recientemente has escrito mucho sobre la política salarial y el control de la inflación. ¿Cuál ha sido la política del gobierno en este tema?

Hagamos el análisis. No se ha tocado el salario por una razón que deduzco: el poder ejecutivo decidió en su política económica que la prioridad es el control de la inflación. Esto se ha admitido públicamente, porque con la inflación controlada hay un marco de trabajo más estable para planificar y abordar la economía con más fuerza. 

Estoy de acuerdo, pero viéndolo como un elemento intermedio. Controlar la inflación no puede ser el fin último. 

Joseph Stiglitz develó el origen del nacimiento de las metas de inflación. Las impuso el capital financiero, y a partir de ahí los gobiernos invierten esfuerzos y recursos para controlar la inflación. Esto demuestra que el problema de fondo, si bien pasa por el tamiz monetario, es distributivo.

Es la cuestión de cómo se distribuye la torta. En 2018, el pedacito de torta era pequeño porque la torta era pequeña. Ahora los dueños de la fiesta dicen que la torta creció, pero el pedazo sigue pequeño. 

Entonces es un problema de orden distributivo profundo, que tiene que ver con una política, no diría equivocada, sino que va en una dirección que afecta el bienestar colectivo de los trabajadores y trabajadoras.

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Juan Carlos Valdez y Tony Boza en el podcast ‘BCV Paralelo’ (Youtube)
Históricamente, los analistas económicos han señalado el exceso de liquidez como causa de la inflación en Venezuela. ¿Ese diagnóstico tiene alguna relación con la realidad?

Ese es el argumento instrumental, que no se puede prender la “maquinita” e inundar la economía porque la liquidez produce inflación, tributando a un dogma monetarista. 

Veamos la lógica, los datos, pero mirando a la realidad. Hay economistas, de derecha y de izquierda, que quieren ajustar la realidad al manual cuando debe ser al revés.

¿Qué hace el Banco Central? El BCV constitucionalmente no tiene la orden de reponer el poder adquisitivo de la gente. Su mandato es controlar el valor de la moneda. Es un marco de acción monetarista que le calza como anillo al dedo. Debe controlar la inflación. ¿A qué costo? Al costo que sea, así tenga que sacrificar a toda la población en el altar del monetarismo.

Pasqualina Curcio, una de las economistas venezolanas con más rigor científico, ha analizado los datos oficiales hasta 2016. La cantidad de dinero circulante o liquidez, lo que se conoce técnicamente como M2, son todos los medios que se pueden convertir en medios de pago inmediatamente para transar los bienes de la economía. Se mide con respecto al PIB.

Históricamente en Venezuela, el M2 para que se produjera un PIB del tamaño que fuese, estaba entre 35 y 45%. Llegó a bajar a 10 o 15, pero ese era el rango más común.

¿En cuanto está la proporción en este momento? Es una de las pocas cosas que publica el Banco Central de Venezuela. El 18 de abril, el M2 era 220 mil millones de bolívares. A la tasa de cambio de ese momento, son cerca de 2,4 mil millones de dólares. 

Del PIB he visto estimaciones de 110 mil millones de dólares, entonces el M2 está entre 2 y 3%, muy por debajo de la tendencia histórica.

Siendo así, si hay inflación no es producto de la liquidez en bolívares, porque la liquidez está casi asfixiada. Además está la liquidez en divisas, que el BCV no publica. Dicen algunos analistas que estaría alrededor de 8 mil millones de dólares. Sumando ambas serían 10 mil millones de dólares, un 10% del PIB. 

En la lógica monetarista no hay suficiente liquidez para producir inflación, la realidad lo desmiente. En otras palabras, no hay evidencia que soporte la idea de que aumentar salarios y pensiones generaría mayor inflación.

Si multiplicamos los 5,6 mil millones de dólares que vendió el Banco Central el año pasado por la tasa promedio de 40 bolívares por dólar, obtenemos prácticamente lo mismo que está circulando en este momento. No sabemos cuánto es la velocidad del dinero, pero no todo el M2 sirve para comprar divisas, así que debería ser mucho más alto de lo que es. 

Quiere decir que el BCV tomó un camino de secar la liquidez, bajo el dogma del monetarismo. ¿Cómo lo hace? Simplemente esterilizando bolívares. 

Aquí ya no podemos echarle la culpa al bloqueo porque ya estas divisas las tiene en sus manos después de vender crudo, pagar comisiones, etc. Pero el BCV decidió ponerlas en las mesas de cambio, para luego quemar los bolívares que recibe. Porque no están en el M2, sino que todavía estarían circulando en la economía.

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La inflación acumulada viene subiendo desde finales de 2024. (Venezuelanalysis / Datos del Banco Central de Venezuela y del Observatorio Venezolano de Finanzas)
¿Cómo interpretas los anuncios del pasado 1 de mayo, cuando se aumentaron un poco los bonos pero sin tocar los salarios y pensiones?

Vi el 1 de mayo como una última oportunidad para demostrar que estamos viviendo un movimiento táctico. Pero el gobierno cerró esa puerta. Los salarios y las pensiones quedaron intactos.

El presidente ha tenido muchísimo mérito. Enfrentó y sigue enfrentando al imperio, lo ha hecho con gallardía y con valentía. No la ha tenido fácil en ningún momento. Pero en el plano interno, para alcanzar una tranquilidad, claudicó ante la burguesía. La burguesía amenazó con inestabilidad, con desabastecimiento, y terminó imponiendo las condiciones. 

Hoy día, quien está dictando la pauta económica es nuestro enemigo de clase: Fedecámaras. Sus voceros anuncian que va a pasar tal cosa, dicen que no se va a hablar del salario. Y tienen razón.

No estoy con la derecha y nadie me puede acusar de eso. Dentro del campo revolucionario, tengo el derecho de mirar de forma crítica a las políticas que se aplican. Desde la campaña para la AN en 2020, adopté el problema salarial como tema central. 

Poco después de la elección escribí un librito sobre la indexación salarial. Queda corto en muchas cosas, pero tiene el acierto que el problema de fondo es distributivo y no monetario. No nos sirve resolver el problema inflacionario y monetario a costa del problema distributivo. Es una visión que no favorece a la clase trabajadora.

Hablando de la indexación, el gobierno desde hace dos años empezó a hablar de bonos “indexados.” Y efectivamente están indexados a la tasa de cambio oficial. Pero esto no es lo que tú, Pasqualina o Juan Carlos entienden por indexación. ¿Dónde falla esta propuesta y por qué no resuelve el problema?

El gobierno en los últimos años se ha dedicado a describir el hecho económico desde una narrativa eufemística, usando elementos que quedan cortos para describir la realidad y ocultando otros. Eso vuelve a la falta de datos del BCV que hablaba al principio. 

Otra tendencia es hablar de elementos como la cantidad de transacciones que en verdad no dicen nada, mientras otros como el coeficiente de Gini, que mide la desigualdad, desaparecieron.

Creo que no es un problema de desconocimiento, y que entramos en una etapa donde el discurso no es inocente, tiene una carga interna muy fuerte.

Porque ya el capital ha logrado su indexación. ¿Quiénes saben más de la lógica del dinero que los banqueros? ¡Nadie! Ellos esencialmente le dijeron a nuestro gobierno, “a mí no me interesa lo que hagas con la inflación” y obtuvieron del BCV una unidad de cuenta para su cartera crediticia indexada a la inflación. 

Los comerciantes e industriales tampoco sufren con la inflación. Es la clase trabajadora, con sus salarios, pensiones, jubilaciones, depósitos, que queda desprotegida.

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Libros de Pasqualina Curcio, Tony Boza y Juan Carlos Valdez sobre la indexación.
En los debates sobre la indexación surgen también cuestiones sobre su implementación, si sería factible. ¿Cómo ves tú este aspecto?

Hay una precisión, en el caso de los bonos usar la palabra indexación no es correcto, porque la indexación no está amarrada al dólar, está amarrada al hecho distributivo. Es un mecanismo para proteger el poder adquisitivo de la mayoría.

Se puede hacer ajustando salarios y otros aspectos en base a la inflación como lo hizo Fernando Henrique Cardoso en Brasil en 1993. Este ministro poco conocido decidió apoyarse en un grupo de economistas de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, para nada de izquierda, que luego de las crisis de hiperinflación en Latinoamérica de los años 80, hizo una propuesta de manejo de la inflación. El “Plan Real” eventualmente abrió paso al neoliberalismo, pero demostró que la indexación puede responder a la inflación protegiendo los ingresos.

El objetivo era reponer la capacidad adquisitiva del público. Lo hicieron creando una moneda, el real, como unidad de valor, y la asociaron al dólar, pero no dolarizaron la economía. Mantuvieron su moneda, el cruzeiro, como medio de pago. 

Respecto a los valores internos de bienes y servicios, ¿cuál fue la solución? Agarraban la inflación del mes anterior y la usaban como base para ajustar diariamente cuántos cruzeiros costaba un real, y eso se publicaba en el periódico. 

Luego al final del mes había un mecanismo de compensación por si la inflación resultaba inferior o superior. Entonces, no se trataba de seguir el dólar, sino de defender el poder adquisitivo.

Ahí estamos hablando de un tiempo antes que el internet fuera de uso generalizado. Actualmente, con todos los medios tecnológicos, sería perfectamente factible monitorear los precios en tiempo real. Juan Carlos hasta lanzó la idea de que las organizaciones de base del partido o los CLAPs podrían hacer esto eficientemente.

El problema es filosófico. Resolver el problema distributivo real puede pasar por controlar la inflación, o por resolverlo de otra forma. Pero tenemos cuatro años bajo la teoría del goteo, con la lógica que primero hay que crecer económicamente. ¿Pero cuánta riqueza hay que crear para que se empiece a derramar?

En los últimos meses hemos visto un crecimiento constante del “dólar paralelo,” que es otro factor que golpea el poder adquisitivo ya que lo usan los comerciantes para fijar precios. ¿Cuál es tu opinión sobre la (falta de) regulación en la economía, que va de la mano con la política cambiaria del BCV?

La primera consideración es que los voceros del gobierno hablan de un mercado de divisas, las mesas de cambio. Pero no hay un mercado ahí. No es un espacio de libre oferta y demanda porque hay un solo oferente, que además entra con una lógica distinta al mercado. 

Este oferente no entra con la lógica de conseguir el mejor precio, sino de estabilizar la tasa de cambio, vendiendo al precio más barato que permita la coyuntura. Es una lógica contraria al mercado y que conviene a los compradores, que luego se voltean hacia el mercado de verdad.

En las mesas de cambio no entran los dólares del sector privado. Si un burgués pone sus divisas ahí habría que canonizarlo por ir en contra de sus intereses de clase. Así que las mesas de cambio siguen  siendo un mecanismo de asignación de divisas. Se puede llamar mercado, pero es como el chiste de Chávez de llamar “chiguire” a un cerdo para poder comerlo en Semana Santa.

Por otro lado, hablábamos de las estimaciones que circulan unos 10 mil millones de dólares y el Estado solo pone una cuarta parte. En el 70-80% está el verdadero mercado, donde el capital mercantil, el capital industrial, necesita dólares para hacer transacciones internas o con el exterior. Ahí se cristaliza el precio de la divisa, además con oportunidades para aumentar los márgenes de ganancia especulando con las divisas asignadas por el Banco Central. 

Aquí también cae por tierra la tesis de que la tasa de cambio crece porque el Estado no inyecta suficientes divisas. Entre los años 2011-2013, el Estado asignó al mercado un promedio de 40 mil millones de dólares al año, y aún así había un mercado paralelo con una tasa 3 veces superior a la oficial. 

Evidentemente hay otra lógica, que no es de oferta y demanda: es la capacidad de maniobra especulativa que permite la coyuntura. Los capitalistas pueden cambiar la lógica distributiva a su favor, o al menos adaptarse a los cambios, mientras la población asalariada no.

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Crecimiento de las tasas de cambio bolívar-dólar oficial (azul) y paralela (roja). (Venezuelanalysis)
Teniendo en cuenta todo lo que has descrito, ¿cómo ves el panorama para la clase trabajadora venezolana? Tanto a nivel laboral como más allá. 

Ahorita el escenario es de profunda precariedad laboral. Y además de eso, yo recuerdo que el Comandante Chávez hablaba del “salario social,” como todos los otros factores (educación, salud, servicios públicos) necesarios para la reproducción de la vida. 

Actualmente todo eso está en una situación muy desalentadora. Es un peligro enfermarse, por ejemplo. Los servicios están cada vez más en manos del sector privado.

No podemos esperar que la lógica del capitalismo resuelva nuestros problemas, no lo va a hacer. Se ha generado la narrativa, incluso de parte de voceros del gobierno, de que el sector público es improductivo y que el aumento de productividad solo lo asegura el sector privado. Es entregarse a la lógica del enemigo.

Seamos claros, detrás de todo está el imperialismo y la derecha apátrida que sigue sus órdenes. No hay que debatir eso. Pero hay evidencias sobre la política económica que se está aplicando a lo interno y a quién beneficia. 

Si es solo táctico, que alguien me lo demuestre, porque la táctica es coyuntural y la coyuntura ya se extendió a cuatro años. Nadie ha dicho nada sobre cómo retomar el camino de redistribución de riqueza, más allá de esperar que el goteo empiece en algún momento.

Otra consecuencia, que me parece grave, es que no podemos tener esos debates dentro del campo revolucionario, sea en el parlamento o dentro del partido, que se asume de izquierda. Nos exigen una actitud de asumir absolutamente que nuestros líderes están haciendo lo correcto. Y yo soy leal, soy disciplinado, hasta puedo asumir el centralismo democrático. Pero debo señalar que este tren no va por donde creo que debe ir.

Publicado originalmente en Venezuelanalysis.

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