[OPINIÓN] ¿Es posible una dolarización en Venezuela?
Hace unos meses, a propósito de la generalización del pago con dólares en efectivo durante el apagón de marzo, escribimos en otra parte que la dolarización podía ser el «cisne negro» de la economía venezolana. Por cisne negro entendíamos la ocurrencia de un fenómeno que nadie espera que pase, pero que cuando pasa y se lo ve en retrospectiva uno se da cuenta que no era tan inesperado.
En el caso que nos compete, aunque siempre desde 15 y Último alertamos que las políticas económicas oficiales venían facilitando el proceso de dolarización de la economía nacional, nunca llegamos a afirmar que fuera deliberado: considerábamos que podría tratarse más bien de un efecto no deseado de dichas políticas. Sin embargo, las palabras recientes del presidente Maduro agradeciendo a dios la existencia de la “dolarización”, obliga forzosamente a mirar las cosas en otra perspectiva.
Pero empecemos por el principio. Y por el principio en este caso significa aclarar lo que es y no un proceso de dolarización, para ver si estamos o no en uno y en todo caso si es posible tal cosa.
¿Existe una dolarización en Venezuela?
Por las características propias de la economía venezolana su dolarización siempre ha estado latente. Y en eso el presidente Maduro en su entrevista tenía razón. El ingreso petrolero en divisas que constituye de cara al país una entrada “extraordinaria” transformada en motor de la vida económica nacional. Por otra parte, al tratarse la nuestra de una economía con una tradición inflacionaria de al menos cuatro décadas y más larga aún de fuga de capitales y envío de remesas (hasta 2012, por increíble que nos parezca ahora, Venezuela estuvo en el top 20 de los países a partir de los cuales la gente enviaba –no recibía– remesas), la relación con las divisas y particularmente con el dólar no nos resulta tan ajena. Desde luego, a esto hay que agregar el factor importador, que hace que la formación de precios en nuestro país y en consecuencia el cálculo de los mismos no solo se haga en bolívares sino también en divisas.
Pero nada de eso en cuanto tal constituye una dolarización. Y en tal virtud hay que estar claro que, desde el punto de vista formal, en Venezuela no se ha dado una. Lo que existe es una huida masiva desde el bolívar a cualquier otro medio de pago y reserva de valor, que toma como forma principal el dólar por sus cualidades de liquidez cuasi absoluta y facilidad de circulación. Pero que en zonas fronterizas ocurre hacia monedas que no son divisa, como el peso colombiano en la frontera occidental y el real brasileño en la sur oriental. De hecho también está pasando con las criptomonedas y casi con cualquier otra cosa que se pueda intercambiar, desde el oro en las zonas mineras hasta la harina de maíz, las lentejas o el arroz en los intercambios del día a día. Incluso se está dando bajo la figura de monedas comunales, como el Panal en el 23 de enero. A este proceso de huida del bolívar lo hemos llamado «desbolivarización».
Por su puesto, en esta desbolivarización el US$ lleva la delantera. En nuestras estimaciones, al sol de hoy el porcentaje de transacciones comerciales realizadas en monedas distintas al bolívar ronda entre el 55 y 60% del total de las mismas, mientras que las transacciones hechas en US$ del total de realizadas en monedas distintas al bolívar más o menos un 90%.
Para que exista una dolarización formalmente hablando debería avanzarse hacia una serie de adecuaciones legales e institucionales que hasta la fecha no han operado. Una pasa por asumir legalmente que el dólar sea la moneda de curso legal, como pasó por ejemplo en Ecuador, lo que en el caso nuestro supondría reformar la CRBV. Y otra permitir la apertura de cuentas de ahorro y uso corriente en dólares en la banca nacional para la realización de los pagos diarios, lo que implica todo un esfuerzo técnico para nada desestimable. Una vez hecho todo esto, habría entonces que cambiar toda la masa monetaria actualmente en bolívares a dólares.
En cuanto a esto último, en un ejercicio de imaginación, asumamos que al día de hoy domingo 24/11/19, el gobierno por decreto decide dolarizar formalmente la economía. Pues bien, si tomamos como referencia el total de la liquidez monetaria en bolívares reportada por el BCV al 15/11/19 (último reporte al momento en que escribimos este texto) y la dividimos entre el tipo de cambio oficial vigente al 22/11/19, eso supondría que se requieren unos 740 millones de US$ para hacerlo. Para que tengamos una idea, es menos del 10% de las actuales reservas internacionales, mermadas y todo como están. E indica el tamaño de la severa contracción a la que se ha visto sometida la economía venezolana… menos de mil millones de dólares alcanza para cubrir toda la masa de bolívares circulantes
¿Puede haber una dolarización sin dólares?
Lo que nos lleva a un punto muy importante: ¿puede haber una dolarización sin dólares? Parece obvio que no. Y de hecho no puede. Lo primero que hay que tomar en cuenta a este respecto es que al dolarizarse el país que lo hace pierde toda facultad de imprimir moneda, pues hasta nuevo aviso los US$ solo los imprime la Reserva Federal norteamericana. Eso significa entre otras cosas que la economía debe ajustarse a la cantidad de dólares que le ingresen, bien por concepto de exportaciones o bien por otras vías como las remesas.
En este sentido, no hay cifras oficiales ni rigurosas que den cuenta de las cantidades reales de ingreso de US$ por concepto de remesas. Las cifras van entre 2 y 4 millardos anuales, pero en lo que todos estamos claros es que la mayoría de esos US$ entran y salen con rapidez y muchos o ni siquiera entran realmente pues son cambiados vía electrónica a bolívares. Son suficientes para mantener la sensación de un movimiento comercial que rápidamente se dolariza. Pero todo indica que esto es un espejismo derivado en buena parte de la reducción drástica de la actividad comercial.
En cuanto a los US$ provenientes de la factura petrolera, luego de lo de CITGO y el recrudecimiento de las sanciones y la dramática caída de la producción de PDVSA, menos parece una vía segura de entrada de divisas. En cualquier caso, el manejo opaco que se hace de las mismas tampoco permite estimar bien su magnitud. Pero de lo que podemos estar seguros es que ni por si sola ni sumadas con las remesas, alcanza para dolarizar la economía nacional sin que eso no suponga una reducción mayor de la misma y peor aún una condena a mantenerla contraída.
¿Y las sanciones qué?
Paradójicamente, es probable que lo que a la larga evita y evitará la dolarización definitiva u oficial del país son las sanciones norteamericanas, cuyo torniquete se dirige precisamente a reducir a su mínima expresión el ingreso de divisas. Las sanciones del Departamento del Tesoro ponen serias limitaciones al comercio con Venezuela, pero además a la operatividad de la banca y las respectivas corresponsalías.
En tal virtud, como hemos comentado antes, lo más probable en el corto plazo de seguir las cosas tal cual van, es que se profundice más la desbolivarización de la economía nacional, siendo que nuestra moneda de curso legal seguirá siendo reemplazada tanto por el dólar de los Estados Unidos como por otras monedas y criptomonedas. Este escenario –ya lo hemos dicho también– recuerda mucho y para nada reconfortantemente al de Zimbabue.
Así las cosas, es posible que tras un período de anarquía monetaria se pase a la dolarización definitiva, pero ese caso debería suponer un cambio de gobierno, al menos claro que el gobierno actual en el marco de las negociaciones geopolíticas acepte realizarla. Desde nuestro punto de vista lo más probable que termine pasando es que el gobierno avance en desplazar todavía más al bolívar en este caso por El Petro hasta convertir a este último en la moneda de curso legal, existiendo previamente un régimen bi-monetario similar al cubano donde El Petro haría de CUC y el bolívar de peso cubano. Pero bueno, amanecerá y veremos.