[OPINIÓN] La Nada

Bastián es un niño de once años que acaba de perder a su madre y sufre maltrato por parte de sus compañeros de clase. Se refugia en la lectura para evadirse de la realidad hostil, y un día descubre un “peligroso” libro mágico. Esa magia hace que el mismo Bastián se convierta en un héroe de esa historia que parece no terminarse nunca, en la que se unirá a Atreyu, otro niño que funge como héroe del libro, con el objetivo de salvar al mundo de Fantasía, amenazado por el devorador avance de la Nada.

Esta es la sinopsis de la película de culto de 1984 “La historia sin fin”, dirigida por Wolfgang Petersen, y basada en la novela homónima de Michael Ende. El simbolismo de la película marcó a la generación de niños y niñas que pudieron apreciarla con su estreno, para quienes valdría la pena volver a verla.

Pero más allá de la encantadora película de aventuras, nos permitimos hacer una relectura para acercarnos a los tiempos que vive hoy Venezuela. No nos adentraremos en la trama de la película, nos interesa especialmente rescatar la metáfora de “la Nada”.

La Nada es curiosamente la gran antagonista de la obra, representada en la forma de una fuerza destructora que acaba con todo a su paso. La Nada viene acabando con Fantasía, el mundo que Atreyu debe salvar, luego de explorar lugares como el desierto de las esperanzas frustradas, el mar de las posibilidades o el oráculo del Sur. Llama la atención que Ártax, el caballo de Atreyu, muere en los pantanos de la tristeza: “Todo el mundo sabía que cualquiera que se dejase vencer por la tristeza se hundiría en el pantano”.

Mientras que el héroe prosigue su periplo, se topa con Gmork, un lobo sirviente de la Nada, cuyas palabras expresan la gran moraleja política de la obra: “Fantasía se está destruyendo porque la gente está perdiendo sus esperanzas y olvidando sus sueños, así que la Nada se fortalece. La Nada es el vacío que queda, es como una desesperación que destruye este mundo. Y yo he tratado de ayudarla. ¿Por qué? Porque las personas sin esperanzas son fáciles de controlar. Y quien tiene el control, tiene el poder.”

Nada más parecido a lo que enfrenta hoy el pueblo venezolano. Paralizado en el desierto de las esperanzas frustradas y amenazado por una especie de fuerza como la Nada, el pueblo, sometido a un permanente estado de sobrevivencia cotidiana, no solo enfrenta la destrucción sistemática de sus condiciones de vida, sino que también ve amenazada la propia posibilidad de transformar la realidad hostil que se impone.

Una fuerza como la Nada viene desmoronando el tejido social, devorando la organización popular, enterrando en la desmoralización y la despolitización a un pueblo que apenas hace una década se hinchaba de esperanza, energía y razones para luchar y participar activamente en un proyecto de transformación profunda, en el que veía una posibilidad real de emancipación.

La Nada es el capitalismo, el burocratismo, la corrupción, el pacto de élites, la desigualdad social, el enriquecimiento de pocos a expensas del empobrecimiento de muchos, que día tras día avanza y entierra al pueblo en la decepción, el escepticismo, la desesperanza, el individualismo, el egoísmo y la codicia; que despoja de sentido al proyecto de transformación y lo condena a una quimera inalcanzable, un sueño olvidado.

Sin embargo, en las manos del pueblo y en la muestra viva de cientos de experiencias que aún resisten al aplastamiento de la nada, se encuentra el antídoto y la fuerza transformadora necesaria para enfrentarla.

Necesitamos romper con el aislamiento, reconvocarnos como pueblo para derrotar la tristeza, el desánimo, la desesperanza y el desconcierto. Retomar la participación y la organización; movilizarnos, estudiar y formarnos para alimentar nuestra convicción con las razones y argumentos necesarios para remoralizarnos, repolitizarnos y así recuperar la alegría, el sentido y la vocación de lucha que nos permita derrotar la Nada.

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Un comentario

  1. Apreciaciones acertadas y actualizadas en lenguaje sencillo que todas y todos asumimos. Gracias Juancho. SALUD al Colectivo de TATUY.

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