[OPINIÓN] La redención de la Comuna de París

Dice Walter Benjamin en su folleto Sobre el concepto de historia que existe “un secreto compromiso de encuentro…. vigente entre las generaciones del pasado y las nuestras”. Un compromiso que consiste en la redención del pasado, donde cada uno de los instantes vividos por la humanidad en su larga línea de lucha se convierte en un recuerdo que relumbre en los instantes de peligro, “el peligro de entregarse como instrumentos de la clase dominante”. La única salida al peligro es la de aceptar la obligación de cada sujeto revolucionario de arrancar la tradición revolucionaria de manos de los conformistas.

Este 18 de marzo se conmemora un año más de la insurrección de París, levantamiento que darían origen a la Comuna de París. Un proceso que nació desde al calor de la batalla contra el imperialismo y el mal gobierno, estremeciendo la realidad universal y revelando al mundo la trascendencia de la lucha y del compromiso revolucionario.

Un poco de historia

Luego de un asedio de varios meses entre finales de 1870 y comienzos de 1871, el pueblo obrero de París se encontraba profundamente decepcionado de la forma en que el gobierno burgués de turno había enfrentado la guerra contra Prusia y el asedio. Ya en enero de 1871 se podía escuchar en la ciudad la consigna “¡El gobierno ha dado la medida de su capacidad, nos mata… están juzgados…! ¡Paso al pueblo! ¡Paso a la Comuna!”

El acontecimiento que desató las hostilidades entre el Estado burgués y la comuna fue la orden que dio Adolphe Thiers, jefe del gobierno en ese entonces, de requisar los doscientos cincuenta cañones guardados por el pueblo de París el 18 de marzo. Esta artillería había sido construida durante el cerco de París y pagada por la suscripción pública.

Durante todo el día 18 las revueltas se instalaron en la capital. En un primer momento fueron las mujeres obreras quienes se negaron a entregar la artillería y luego se sumaron obreros y artesanos a la defensa de los cañones.

Para el 19 en la mañana la bandera roja ondeaba en el Hótel-de-Ville. El ejército, el gobierno y la administración se habían evaporado. El Comité Central, instancia ejecutiva de la Comuna, se adueñó de la cabeza de París, su principal misión se centra en un pensamiento «Devolver el poder a París». Nueve días después, el 28 de marzo fue proclamada La Comuna de París.

La primera acción de la Comuna fue desmontar todo el Estado burocrático y el ejército permanente; tanto la policía como el aparato administrativo fueron asumidos por la Comuna. De esta forma, todos los miembros de la Comuna debían devengar salarios de obrero, para con esto procurar la desaparición de los intereses creados de los funcionarios y el carácter nobiliario de los puestos políticos. Igualmente, todo funcionario podía ser removido y auditado en cualquier momento. Esto protegía la Comuna del peligro del exceso de poder o de la corrupción de funcionarios y le garantizaba control político y moral.

Todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas y gratuitas al pueblo y al mismo tiempo liberadas de toda intromisión de la iglesia y el Estado, lo que le permitió a la Comuna control espiritual de la sociedad.

En cuanto a la institución de la propiedad, quedó supeditada a la propiedad individual; los medios de producción fueron entregados a los obreros y el derecho al trabajo se declaró inalienable. Por otra parte, también se reconoció como vital el acceso del campesino a la tierra y su defensa.

Citando a ProsperOlivier Lissagaray en su «Historia de la Comuna de 1871»

«Los proletarios de París, en medio de los fracasos y traiciones de las clases dominantes, se habían dado cuenta de que había llegado la hora de salvar la situación tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos. Habían comprendido que era su deber imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueños de sus propios destinos, tomando el poder.»

La Comuna y sus mártires cayeron el 28 de mayo de 1871 en medio de metralla y humo. La arremetida burguesa ganaba la batalla, pero como diría uno de sus protagonistas y supervivientes, Louise Michel, “la Comuna, rodeada por todas partes, solo tenía la muerte en el horizonte. No podía sino ser valiente. Y lo fue. Abrió de par en par la puerta al porvenir”.

Lecciones de una historia abierta

En El 18 brumario de Luis Bonaparte, Marx destacaba una diferencia crucial entre las revoluciones burguesas y proletarias. Mientras que las primeras avanzan “arrolladoramente de éxito en éxito”, las proletarias “se interrumpen continuamente en su propia marcha y vuelven a lo que parece consumado para comenzar de nuevo”. Esta aclaratoria del viejo Marx nos recuerda de nuevo ese “secreto compromiso de encuentro” del que hablaba Benjamin.

Relata también Marx en su obra La Guerra Civil en Francia, analizando las lecciones de la comuna que:

“La clase obrera no esperaba de la Comuna ningún milagro. Los obreros no tienen ninguna utopía lista para implantarla por decreto del pueblo. Sabían que para conseguir su propia emancipación, y con ella esa forma superior de vida hacia la que tienden irresistiblemente la sociedad actual por su propio desarrollo económico, tendrían que pasar por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, que transformarán las circunstancias y los hombres. Ellos no tienen que realizar ningunos ideales, sino simplemente dar suelta a los elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno. Plenamente conscientes de su misión histórica y heroicamente resuelta a obrar con arreglo a ella, la clase obrera puede mofarse de las burdas invectivas de los lacayos de la pluma y de la protección pedantesca de los doctrinarios burgueses bien intencionados, que vierten sus ignorantes vulgaridades y sus fantasías sectarias con un tono sibilino de infalibilidad científica.”

El fantasma de la comuna, la redención de la acción

La Comuna fracasó, pero fracasó para renacer e iniciar de nuevo en los Sóviets, en los consejos obreros, en los cocoles zapatistas, en los movimientos sociales radicales. La comuna intentó tomar el cielo por asalto, y le faltó el aliento, pero con su caída colocó un nuevo escalón más en esa larga torre construida para asaltar el cielo burgués.

Comenta Michael Löwy en su obra dedicada a las tesis de la filosofía de la historia de Benjamin, Aviso de Incendio, respecto a la tesis II: “Para que la redención [de un evento histórico] pueda producirse, es necesaria la reparación del sufrimiento, de la desolación de las generaciones vencidas y el cumplimiento de los objetivos por los cuales lucharon y no lograron alcanzar.”

Las grandes aspiraciones de la Comuna fueron, por una parte, la disolución del viejo Estado burgués, devolviéndole al organismo social todas las fuerzas y tareas que hasta entonces venía absorbiendo el Estado parásito. Por otra parte, como dice Marx, al convertirse en “un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora”, los comuneros y comuneras lograron la emancipación económica del trabajo para así formular el socialismo como alternativa al capitalismo.

En resumidas cuentas, las luchas de la Comuna de París se pueden sintetizar en la construcción de una nueva forma de organización social, participativa y protagónica (desde el ejercicio común de la política), y una construcción formal de un modelo económico distinto guiado por la propiedad social y la apropiación del trabajo.

En Venezuela desde el año 2007 se intenta redimir esta tradición por medio del ejercicio de la democracia participativa y protagónica comunal. El reto es construir, a partir del dominó social de la propiedad y el trabajo, una alternativa real al capitalismo moribundo.

Al igual que la Comuna de París, la Comuna venezolana “no tiene ninguna utopía lista para implantarla por decreto del pueblo” pero sí tiene “elementos de la nueva sociedad que la vieja sociedad burguesa agonizante lleva en su seno” como lo son nuevas formas organizativas de poder político, asambleas de ciudadanos y contraloría directa social, y renovadas formas de producción y distribución ante el agotamiento del capitalismo rentista. Un ejemplo son los circuitos productivos y la reciente marca comunal.

El mayor desafío, sin embargo, que la comuna venezolana afronta es el reconocimiento y construcción de su propia identidad y la revitalización de la tradición revolucionaria a la cual pertenece. Aún le falta reconocer el “secreto compromiso de encuentro” que la conecta con la lucha contra el Estado burgués liberal, que aún domina la política del país y el sistema oligopólico de propiedad privada que rige el sistema económico.

El presente

La historia ha querido que nuestro proyecto comunal sea, para el momento en se escriben estas pequeñas reflexiones, una fuente de inspiración para otros pueblos del mundo y que al mismo tiempo pese sobre nuestros hombros la necesidad de redimir por medio de nuestra acción y práctica las luchas de nuestros aliados pasados, que esperan la redención que le podamos otorgar con nuestros logros.

El presente, “desde el frente de batalla se presenta impredecible, pero esperanzador”, como solía decir el estratega soviético Sokolovski. “Ni el más mínimo milímetro de campo se nos será regalado y los enemigos asecharan nuestras debilidades”, pero siempre tendremos una larga línea de héroes que acompañan nuestros pasos.

En medio de un mundo de incertidumbre, nuevas comunas son necesarias, con sus luchas y sus derrotas, pero sobre todo con la valentía de seguir intentando y reformulando la creación de un mundo nuevo. Un mundo nuevo donde el Estado liberal burgués y su clase burguesa, con su práctica de apropiación y explotación, dejen de ser la única alternativa posible. ¡Viva la comuna, siempre viva! ¡Y viva el presente radiante de su historia!

Publicaciones Similares

Un comentario

  1. Me parece un artículo muy bueno para enseñanza nuestra a si conocemos la historia de esas comunas que hicieron historia y que quedan de ejemplos para nosotros .👍👍

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *