[OPINIÓN] ¿Qué esperar de Joe Biden?

Los analistas y encuestadores estuvieron muy cerca de un déja vu, pero al final el candidato Joe Biden emergió como vencedor de las elecciones presidenciales norteamericanas. ¿Qué nos traerá la administración Biden en los próximos cuatro años?

Cuestiones estructurales

Muchos respiran de alivio por no tener la Casa Blanca ocupada por un billonario abiertamente racista, xenófobo y misógino que legitimó y sigue legitimando grupos extremistas, supremacistas blancos o abiertamente fascistas. Sin embargo, Trump no es la enfermedad, es simplemente un síntoma.

Dicho de otra forma, Trump expresa lo que son creencias latentes de buena parte de la sociedad, y así permite que muchos hagan lo mismo. El racismo no surgió en 2016, como tampoco terminó cuando se eligió el primer presidente afro-americano. Se trata de un fenómeno estructural de EEUU desde su génesis, y además inherente al propio sistema de explotación capitalista. Elegir una vice presidente afro-americana es poner una curita en una herida de bala.

Con el regreso de los demócratas se puede esperar un cierto freno a algunos de los elementos más extremistas. Esto no es despreciable, pero por lo general será un cambio más de formas que de sustancia. Eso será suficiente para que los medios pierdan inmediatamente esta falsa imagen de cuestionar el poder.

Sería difícil elegir un personaje que encarne el sistema mejor que Joe Biden. El ex-senador y vicepresidente ha apoyado rescates de bancos, recortes neoliberales, ataques contra sindicatos y todo lo que genera las desigualdades de la sociedad norteamericana. Si hablamos de racismo estructural, hay que recordar que las políticas que generaron el incremento gigantesco de la población encarcelada (por ejemplo, las sentencias mínimas obligatorias) son en gran medida responsabilidad de administraciones demócratas como la de Bill Clinton.

Mientras los medios corporativos descubrieron su afán periodístico cuestionando los negocios de Trump y sus episodios de abuso de poder y de género, invirtieron la misma energía en suprimir todo y cualquier incidente que pudiera poner en peligro la imagen y las posibilidades de un candidato que generó muy poco entusiasmo.

El caso más emblemático es el de Hunter Biden, hijo del presidente electo. En resumidas cuentas, el hijo del futuro presidente hizo negocios y ganó sumas abultadas utilizando la influencia política de Joe Biden en beneficio de ciertas corporaciones en países como Ucrania. Sin embargo, desde los grandes medios hasta redes sociales como Twitter, hubo un esfuerzo para suprimir la información lo máximo posible. Hasta el periodista de investigación Glenn Greenwald tuvo que abandonar el medio Intercept al ver su trabajo sobre Biden censurado por los editores.

Imperialismo bipartidista

En lo que corresponde a la política exterior, también hay que moderar las expectativas sobre la nueva administración. Figuras de extrema derecha como Jair Bolsonaro perderán su “faro” en Washington, pero seguirán siendo aliados útiles. Tendrán que escuchar un regaño de vez en cuando, pero mientras los negocios de las trasnacionales sigan sin trabas no habrá conflictos de fondo.

Los defensores de Trump señalan que el empresario no empezó ninguna nueva guerra, y hasta promovió negociaciones en Afganistán y Corea del Norte, pero tampoco sería adecuado tildarlo de un presidente “pacifista”. En particular, Trump rompió el acuerdo con Irán y aumentó las tensiones con el país más incómodo para el imperialismo norteamericano en la región.

Mientras Trump benefició de un cierto giro a la derecha en la región, Biden llega en un momento en que los vientos están cambiando. El pueblo boliviano derroto el golpe de forma aplastante en las urnas, mientras aliados fieles como los gobiernos de Chile y Colombia se ven cada vez más cuestionados.

De igual modo habría que ver si Biden vuelve a plantear una (mínima) apertura hacia Cuba como hizo la administración Obama. No por tener cualquier contemplación por la naturaleza criminal del bloqueo, sino por admitir que no era una política eficiente en los intentos de derrocar la Revolución Cubana.

Finalmente, Venezuela sigue estando en el ojo del huracán imperialista. Biden se pronunció públicamente durante la campaña en favor del autoproclamado Guaidó. En ese momenot, el candidato acusó a la administración Trump de no estar haciendo lo suficiente para lograr el anhelado “cambio de régimen”.

Es posible que América Latina y Venezuela no sean una prioridad para la nueva administración, y que por lo menos surja algún alivio en la política de sanciones que tanto sufrimiento viene causando en el pueblo venezolano. Pero la política exterior norteamericana seguirá siendo guiada por los halcones en las instituciones y por los intereses corporativos. La lucha contra el imperialismo sigue dependiendo de la resistencia de los pueblos.

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