[OPINIÓN] ¿Qué partido queremos construir? I: Estrategia, táctica y programa

«Si se tiene una estrategia, se va a construir
una herramienta para llevarla a cabo».

Daniel Bensaïd
Estrategia y Partido

La conformación de la Alternativa Popular Revolucionaria (APR) fue un paso de gran importancia para la izquierda venezolana: Por un lado, implicó un intento de reagrupamiento de fuerzas políticas de la izquierda chavista, y por otro ha brindado una opción electoral distinta a las opciones neoliberales del gobierno y su oposición de derecha. No obstante, las diferencias sostenidas en su interior (donde las decisiones se toman por consenso), le han disminuido su capacidad de hacer frente de forma cohesionada a distintas coyunturas.

Por ello, un grupo de compañeros y compañeras hemos venido planteando la necesidad de pensar y avanzar en la construcción de una organización que permita alcanzar un nivel más alto de acuerdo estratégico y programático: un partido-movimiento y de tendencias, un reagrupamiento de la izquierda anticapitalista para hacer frente a la realidad del país.

Este es el primero de tres artículos en los que desarrollaremos las líneas generales de nuestra propuesta. Más que plantear una receta, el objetivo es entablar un debate con distintas organizaciones de izquierda, movimientos sociales, sindicatos y con la juventud, para llegar así el próximo año a un congreso fundacional en el que dotemos a la izquierda venezolana de una herramienta de lucha. A continuación, iniciamos con lo que son las cuestiones de estrategia, táctica y programa, dejando para las próximas entregas la orientación del partido y las cuestiones organizativas respectivamente.

Reagrupar en base a debates estratégicos

A lo interno de la APR y en otros espacios unitarios, varios camaradas venimos sosteniendo la necesidad de construir una estrategia que nos permita salir del estado actual de debilidad y dispersión de la izquierda. Para este periodo de restauración neoliberal planteamos trabajar en base a dos objetivos estratégicos: repolarizar y reagrupar.

Cuando hablamos de repolarizar, nos referimos a la lucha por trascender lo que consideramos una falsa polarización entre el gobierno y la oposición de derecha. Falsa polarización porque en la práctica estas cúpulas políticas comparten los mismos intereses económicos, el mismo programa capitalista de corte neoliberal, y se reparten el país en mesas de negociación (públicas como la de México o privadas). La verdadera polarización que se encubre es entre ellos (los ricos y nuevos ricos) y nosotros (los explotados y oprimidos de esta sociedad). Es en ese sentido que planteamos una repolarización del campo político.

Por su parte, cuando planteamos un reagrupamiento, es porque consideramos que separados es mucho más difícil enfrentar con éxito las arremetidas del gobierno en su viraje derechista y plantear una alternativa coherente en medio del bloqueo imperialista. Solo la unidad y la solidaridad en las luchas puede darnos alguna posibilidad de éxito. Sin embargo, reagruparnos no es sencillo si tomamos en cuenta las posibles divergencias: la posición ante el chavismo, ante las elecciones, los prejuicios (algunas veces fundados por errores del pasado), los intereses individuales, las filiaciones internacionales, etc. En ese sentido, es un objetivo estratégico reagruparnos, lo cual creemos que es posible en base a un programa de lucha en el que ya coincidimos mayoritariamente. Sobre los puntos de desacuerdo, iremos planteando algunas posibles salidas en próximas entregas de esta serie.

Ambos objetivos no son sino la cara de una misma estrategia, promover y orientar las luchas desde una perspectiva de clase.

Un programa para luchar

También en la APR hemos sostenido la necesidad de construir un programa. Sin embargo, éste no puede ser una construcción artificial, elaborado desde arriba por una comisión política para que las masas lo asuman, sino parte de un gran debate que tenga como punto de partida las condiciones actuales del movimiento y las no pocas luchas que sí estamos dando.

En su mayoría, estos son elementos de un programa democrático-radical que surgen en el marco de una situación de luchas defensivas: por salarios, pensiones, prestaciones y contra las consecuencias del memorándum 2792, contra desalojos, judicialización y asesinatos de campesinos, por libertades democráticas y derechos civiles (como la legalización del aborto y el matrimonio igualitario), por servicios públicos de calidad, y contra la criminalización de las luchas populares. He aquí una buena base para construir la unidad, una unidad real, en la calle y en las luchas, una unidad para obtener victorias que nos conviertan en una verdadera Alternativa para la gente.

Lo anterior no niega que nos planteemos en lo inmediato consignas transicionales[1] o luchas que nos lleven a éstas. Por ejemplo, durante la lucha por salarios hemos elevado la consigna de #SalarioIgualCanastaBásica. ¿Qué es esto sino una lucha por la escala móvil de salarios? Esta consigna que actualmente asumen muchos trabajadores y trabajadoras, y que en principio plantea sólo una redistribución de la riqueza en el marco del capitalismo, no puede alcanzarse sin ir más allá de los márgenes de la legalidad burguesa, aboliendo el secreto comercial y contable, y estableciendo el control obrero. Sin embargo, no partimos de la lucha por el control obrero o por la abolición del secreto contable, sino por aquella que es más cercana a los trabajadores: la lucha por una escala móvil de salarios que eleve sus condiciones de vida.

Quienes nos han criticado, e incluso acusado de estar en contra del control obrero, ignoran las luchas que hemos dado en este sentido (cuando las condiciones lo han puesto a la orden del día). En 2018 por ejemplo, se dio una ola de cierre de empresas, lo que convirtió en una necesidad inmediata de muchos trabajadores la ocupación de fábricas para proteger sus puestos de trabajo. Entonces, defendimos el control obrero a través de artículos como Elementos legales del cierre y ocupación de fábricas y Los capitalistas se van ¿Qué hacer?, pero además, intervinimos y pusimos en práctica lo dicho durante la ocupación de Smurfit Kappa obteniendo victorias parciales contra la burocracia. Así mismo, hemos criticado a quienes teniendo posibilidades de impulsar una lucha por el control obrero han desviado la lucha a manos de la burocracia.

La cuestión fundamental por la que nos oponemos a incorporar ciertas consignas transicionales en el programa, no es porque nos opongamos a su contenido, sino porque consideramos que éstas deben partir de las necesidades de las y los trabajadores y de sus luchas, pues si las consignas transicionales son un puente, este puente debe partir de y llevar a algún lado.

Lo que queremos discutir en un congreso con el resto de la izquierda no es la vigencia o no del programa de transición, sino cuáles consignas (transicionales o demócrata-radicales) sirven para la movilización y organización de la clase trabajadora en el contexto actual.

Las tácticas al servicio de una estrategia

Otra fuente de divergencias en la Alternativa Popular Revolucionaria ha sido la cuestión táctica. Si es verdad que la táctica es un arte y que como tal requiere creatividad, no es menos cierto que debe servir siempre a los fines estratégicos. Es allí donde hemos dirigido nuestras críticas y propuestas.

En el artículo Qué táctica para qué estrategia: a propósito del debate interno de la APR, debatíamos sobre esta cuestión en el campo electoral. Mientras unos señalaban que los candidatos a puestos ejecutivos (gobernadores y alcaldes) debían ser «notables» y contar con recursos para la campaña, lo que a su vez garantizaría que miembros del partido colocados «estratégicamente» en las cabezas de las listas lograran ganar, nosotros señalamos que los candidatos de la APR debían ser:

… compañeros y compañeras militantes de la izquierda, que estén involucrados en luchas concretas o que surjan al calor de las luchas mismas contra las políticas neoliberales del gobierno y la agresión imperialista, pero que además expresen los intereses de las masas explotadas y oprimidas de la sociedad.

El objetivo estratégico tras esta propuesta, es vincular la lucha social reivindicativa con las luchas políticas, aprovechar el escenario electoral para visibilizar a quienes están enfrentando el ajuste neoliberal y potenciar la creación de nuestros propios referentes. De lo que se trata, es de construir una alternativa al calor de las luchas.

Como vemos, las divergencias tácticas implicaban concepciones estratégicas distintas. Los primeros consideran como estratégico garantizar cargos a los miembros de un determinado partido, mientras para nosotros la prioridad es construir una referencia de lucha.

Esto nos lleva también a la cuestión de los métodos de lucha a emplear. No basta con promover protestas si éstas no tienen el fin de superar el marco institucional. Hay que promover el uso de los métodos que la clase trabajadora ha ensayado históricamente: la huelga, la ocupación de fábricas, los cortes de calles, entre otros.

El caso de Abastos Bicentenario es un claro ejemplo de cómo no se debe dirigir una lucha. Allí, aún a sabiendas que el gobierno había tomado la decisión de cerrar la empresa, y con dirigentes obreros dispuestos a tomar medidas audaces, la dirección política de la lucha en manos del FNLCT llevó consecutivamente a los trabajadores a los canales institucionales. En vez de promover la ocupación de los Abastos Bicentenarios, la dirección pedía en mesas de negociación que fuese el gobierno quién implementara el control obrero o que los trabajadores despedidos pasasen a otros abastos aún en funcionamiento.

Por ello, si de verdad queremos construir una alternativa, debemos emplear tácticas y métodos de lucha correctos. En vez de dejar a las y los trabajadores en manos de la burocracia, la lucha debe servir para que las masas logren superar los muros de contención de la burocracia sindical, civil e institucional. Hay que luchar, y hay que luchar bien.

Votar o no votar ¿es ese el dilema?

Hay otra cuestión que no podemos pasar por alto cuando hablamos de táctica y estrategia: la cuestión de la participación electoral. Se trata de un asunto que cada vez más divide a la izquierda en el país.

Por un lado, tenemos a los camaradas que señalan que «el momento no es electoral». Sus principales argumentos se pueden resumir en: 1) que no hay condiciones democráticas que permitan la participación, 2) que la vía electoral está llena de oportunistas de toda clase y como tal no vale la pena presentarse y 3) que es necesario acumular fuerzas en la lucha de calle o en los territorios para luego poder presentar a elecciones en mejores condiciones.

Por el contrario, hay «políticos» a los que poco o nunca se les ve en medio de una protesta, pero cuyo nombre siempre está en el tarjetón electoral. Éstos, cuando no son meros oportunistas, buscan subordinar las luchas populares a una estrategia electoralista, intentando convertir a los movimientos sociales en clientes del partido (que hace el papel de gestor de sus demandas ante el Estado).

En nuestra opinión, establecer una contradicción entre la vía electoral y la lucha de calle es un error, y es precisamente el error que ha cometido la derecha en los últimos años y que le ha costado tan caro. La diatriba entre luchar y participar en elecciones no debe plantearse como una cuestión de principio o como dos estrategias irreconciliables, sino como dos tácticas para emplear en paralelo. Como señalamos en los debates de la APR, las elecciones deben servir como un espacio para visibilizar a quienes están luchando, para crear nuestros propios referentes. Esto es lo que ha hecho el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) en Argentina: combinar un programa de independencia de clase y la lucha en la calle con la participación electoral, logrando una votación histórica y convirtiéndose en la tercera fuerza electoral del país.

La caída año tras año en la votación del PSUV y la altísima abstención de las elecciones reflejan un rechazo a las políticas del gobierno, pero también a la oposición de derecha (que intenta recomponerse). Hoy, el gobierno se encuentra en su punto electoral más débil, y sin embargo no hay una alternativa real que logre conectarse con las luchas y demandas populares y aglutinar el descontento. A eso precisamente es a lo que estamos llamando, a construir una Alternativa a través de la lucha.

[1] A propósito de la vigencia del Programa de Transición y cómo implementarlo, recomendamos las sucesivas respuestas de Matías Maiello a Rolando Astarita disponibles aquí, aquí y aquí.

Publicaciones Similares

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *