[COLOMBIA] El Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Gobierno-Estado: en una mesa frágil

Entrevista al Primer Comandante del ELN Antonio García

*Por Omar Rodríguez

En suspenso, pendiente, enredada está la Paz en Colombia sobre un mapa incompleto y fragmentado de la nación, en medio de un entresijo de exclusiones, discriminaciones, hambres e indignación, acaparamiento de la tierra; así como de acciones de delito común y degradación del conflicto armado, de reconfiguración del territorio de la guerra interna con ajuste a las necesidades de la industria internacional del narcotráfico. Para respirar la Paz, falta más de lo que falta. Sin certidumbre. Falta verla como componente de país y de nación.

En rigor, el marco de la situación obliga a trabajar una entrevista a fondo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), acerca de sus características y posturas de conducción estratégica. Entre estas, el comandante Antonio García pega adelante y marca territorio cuando enuncia: «El gobierno de Santos y el actual han dicho que construir transformaciones requiere mucho tiempo. Ojalá no sea tanto». Al ELN, desde dos aceras, odio o razonamiento, se le juzga o se le explica. «Asesinos», les dicen muchos o «justicieros», otros.

El expresidente Santos dice que toda negociación de paz «exige garrote y zanahoria». Iván Duque alza la voz y dice: «sin dar de baja a Antonio García y a Pablo (Arauca) no será posible un acuerdo con el ELN». Por su lado, el presidente Petro y su par Nicolás Maduro tramitan consumar un «cerco militar» en la frontera. En el fondo, estas afirmaciones hacen relucir que aún con la colaboración gringa, y dada la estructura guerrillera y no de «ejército» del ELN — diferente a las FARC-EP — , las Fuerzas Armadas, hasta hoy, no tienen la ubicación-inteligencia de combate y el dispositivo militar eficaz para obligarlos a que entreguen las armas, como sí pudieron hacerlo con las FARC. Una realidad demandante, un acercamiento a una realidad de país sobre la cual, en su discordancia y rebeldía, hay mucho que preguntarle al comandante del ELN Antonio García.

Permítanos una pregunta de introducción. Antonio García, Primer Comandante de la guerrilla elena fija un inamovible: «Es muy peligroso poner plazos para llegar a un Acuerdo de Paz». ¿No toma en cuenta que, tanto para el grueso de la opinión general como para provecho de la gobernabilidad del presidente, el tiempo debiera ser, preferiblemente, pronto y sin demora? ¿Por qué no?

Si la paz solo se tratara de la desmovilización de una organización alzada en armas, el tiempo no sería el problema, cualquier tiempo sería bueno, es lo que ha acontecido en el país. Se han dado varias desmovilizaciones y, en esencia, el país no ha cambiado. Los desmovilizados se han vuelto parte de la institucionalidad: unos en agrupaciones políticas electorales, otros como agentes del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) o paramilitares como aconteció con el Ejército Popular de Liberación (EPL), otros se convirtieron en contratistas del Gobierno, haciendo investigaciones o estudios. En últimas, todos ellos se han hecho funcionales al régimen político.

La paz no es un objetivo de grupo o de una organización, sino del país, de la sociedad; pues el alzamiento armado se origina en el bloqueo a las transformaciones de fondo que la sociedad exige.

Pero el régimen político no tiene ni la voluntad ni los instrumentos para hacer de Colombia una sociedad dialogante, que pueda resolver o tramitar sus conflictos por la vía del diálogo. Para la muestra un botón, a Petro y Francia Márquez la dirigencia social les entregó, un día antes de asumir el gobierno, los acuerdos incumplidos en las jornadas de lucha del 2021. Luego de nueve meses todo sigue igual. El único camino que queda para la gente es la movilización, la protesta, y el Gobierno no logra articular respuestas distintas a las tradicionales: represión y «mamadera de gallo».

El fondo de la paz radica ahí: en cambios sustanciales en la forma de tramitar y resolver los conflictos sociales, en resolver los problemas que devienen del mal tratamiento a la protesta social: liberar a los presos políticos; pero aún hoy eso no se ve por ningún lado. Es lo que tratamos de hacer en las conversaciones o diálogos con el Gobierno, construir acuerdos para que esto cambie.

Por eso sigo diciendo que

el tiempo es solo una de las tantas variables que construyen una nueva realidad en las sociedades. Hay otras que son fundamentales: la calidad de vida de la gente, la participación de la sociedad en la toma de decisiones y en la construcción de futuro. De los meros afanes solo queda el cansancio.

Para aproximar todo el contexto, el antecedente inmediato y las referencias de la situación con respecto a la Paz sin adjetivos ni apellido, y sin propietarios, toca preguntar de tajo: ¿por qué el ELN no corrió a firmar a una, o en paralelo, con la guerrilla FARC-EP?

La negociación con las antiguas FARC se diseñó con la estrategia de excluir al ELN y luego obligarlo a aceptar dichos acuerdos. Fueron muchos analistas los que nos dijeron que nos iba a dejar el tren de la historia, donde los «elenólogos» fueron los más destacados en opinar.

Nos enteramos cuando ya la agenda estaba pactada, y en ella se filtraron pre-acuerdos, sin que se hubiese discutido nada. Se hicieron los locos, o así querían que fuera, pues había un afán en las ex-FARC para capitalizar la desmovilización en las elecciones de 2018, pero resultó un fracaso.

En tercer lugar, no se contó con la participación de la sociedad en el examen de las realidades del país y junto con ella buscar los cambios esperados. Las ex-FARC seguían pensando que eran la vanguardia, como lo hicieron a lo largo de su historia.

Podría mencionar otros puntos en los que se actuó de manera equivocada. Al final los acuerdos se enmarcan en una visión reformista que sigue siendo funcional al régimen político.

Por ejemplo, primó resolver la situación jurídica de sus combatientes, dejando en un segundo plano a sus presos; mientras los presos por motivos de la lucha social, de ambos lados, siguen presos. El reformismo es seguir buscando soluciones con los mismos instrumentos y de la misma manera. Nunca se pueden esperar resultados distintos si no se cambia la forma de hacer. Es equivocado tratar de reconstruir una carretera, cuando desde su trazado se hizo mal, así se quiera mostrar que está pavimentada; en este caso, tampoco tiene pavimento.

Desde su lugar de alineamiento doctrinario revolucionario, con ese situarse a un lado y no firmar un Acuerdo, ¿cuál aspecto de fondo cree que evitaron en favor de las fuerzas populares y de un ascenso del descontento, y cuál ventaja orgánica y de influencia obtuvieron como ELN, o no obtuvieron ninguna?

El ELN se guía por filosofía o cosmovisión, por análisis de la realidad que configuran políticas y estrategias, y ellas concluyen en tácticas que orientan la acción política, social, militar, económica y cultural. Las Doctrinas se encargan del cómo llevamos a la práctica el qué: la política, las estrategias. En el ELN no rezamos manuales, construimos nuestro pensamiento y nuestras estrategias.

Un acuerdo no se firma, sino que se construye. Nosotros como ELN no participamos en esas discusiones, primero porque nos excluyeron, como parte de una estrategia, luego quisieron imponernos dichos acuerdos, y por último nos amenazaron con ellos.

Nosotros hemos sido claros: solo respetamos acuerdos en los que hemos participado voluntariamente en su discusión, y donde la Comandancia en pleno autorice dicha participación, como ha acontecido en todos y cada uno de los procesos de diálogos donde ha estado la orientación del Comando Central. Ninguna negociación se hará por fuera de su autorización, ya que es el organismo de conducción política autorizado por todo el ELN.

El alzamiento popular que viene desde 2019, que pasa por el 28A [28 de abril] es la reafirmación de que luego de la desmovilización de las FARC, la inconformidad de la sociedad sigue intacta, incluso fue superior a otras épocas. Los gobiernos no han cambiado en la forma de tratarla y esa realidad es la razón de fondo del alzamiento armado. Siendo candidato, Gustavo Petro llamó a dejar la movilización para que fuera el Parlamento quien definiera soluciones, pero hasta hoy, siendo incluso presidente las soluciones no llegan. Por eso mismo lucha la guerrilla, por cambios para la gente, pero la protesta no es escuchada, la represión es el método de control de los gobiernos y a la vez se ha vuelto la solución sistemática de estos. La insurgencia armada es el recordatorio de que la lucha social no está siendo atendida y de que el régimen político no ha cambiado, por cuanto su forma de atender las demandas sociales sigue siendo la misma.

Según su valoración, en la conducción original de Alfonso Cano en la guerrilla, sostenida bajo el fundamento de una «dejación de armas» en varios tramos, ¿el Acuerdo de La Habana contenía o no el recurso de una retirada táctica/estratégica para asegurar, estar y avanzar en la disputa de la «iniciativa política» desde el campo popular en desventaja?

Conocí a Alfonso Cano en las conversaciones en Caracas en 1991 y en México en 1992. En medio de las diferencias entre organizaciones, pudimos mantener un punto de vista unificado en la mesa con el Gobierno. No puedo dar una opinión sobre ese planteamiento, pues nunca se lo escuché a él. Sí conocí esa argumentación del M-19 y fue factor decisivo la salida militar luego de los intentos fallidos de pasar a la regularización de la guerra; la idea era esa: retomar «la iniciativa política» por medio de la negociación. Lo que sí conocí fue la estigmatización que se hizo de Alfonso Cano en el Secretariado de las FARC luego de Tlaxcala, pues decían que se había «elenizado», por el hecho de mantener un trato respetuoso entre las organizaciones.

Concebida esa posible maniobra de retirada, ¿qué cree el ELN que pasó tras la captura y caída de Cano? ¿Será que no era viable y — en una lectura desteñida para respaldar la reelección de Santos — el lado guerrillero de la Mesa optó por la firma «apresurada», que empujó en varios frentes la activación de disidencias/permanencias?

Se han hecho varios análisis, pero

la conducta de una organización no la determina un individuo, sino su historia colectiva. Estamos en mora de hacer un análisis del movimiento revolucionario, de sus orígenes, sus concepciones, sus prácticas.

Quizás el ELN es la única organización que no nació ni de un partido político ni de una división, sino de una confluencia o encuentro entre el movimiento social y la juventud revolucionaria que le apuntó a corregir los errores cometidos por otras organizaciones armadas que trataron de construir guerrillas contando con grupos bandoleriles o guerrillas liberales. En el caso de las ex-FARC es una historia cruzada con el Partido Comunista y sus expresiones políticas y sociales. Esa imbricación tuvo sus costos tanto en el plano estratégico como en el táctico. Al final las ex-FARC tuvieron que dotarse de un partido propio.

Los dirigentes de las antiguas FARC pensaban que la negociación de ellos podía ser más exitosa que la del M-19 y, por tanto, se podría capitalizar políticamente a través de una Asamblea Nacional Constituyente. En el intercambio que hicimos con ellos en Cuba, en 2015, donde el Gobierno colombiano nos llevó casi que obligados, les dijimos que eso era equivocado. En política no funciona la regla de tres: si yo soy más grande obtendré mayores resultados.

He dicho en otras oportunidades que las ex-FARC fueron llegando a este escenario en la medida en que el cumplimiento de los principios de la guerra se fueron embolatando: voluntad de vencer, libertad de acción y concentración de esfuerzos y propósitos. Y en medio de la negociación colapsaron.

El alzamiento armado no es objetivo o capricho de un grupo de personas o de una organización, sino una misión que entrega la sociedad, tal como lo dice el derecho a la rebelión: es un asunto de una sociedad o de parte de ella, y es ella quien resuelve el alzamiento armado, construyendo un nuevo consenso social, donde los conflictos de la sociedad se resuelvan de otra manera.

¿Quiénes son tus enemigos? ¿Quiénes son tus amigos? Estas son las preguntas más importantes para la revolución, así pensaba Mao Zedong. Dos interrogantes que obligan a una respuesta, con el propósito de una construcción real, amplia y popular de un pueblo en mayoría. No se trata solo de la numérica de votantes. Para eso, hace falta tener en vigor un «sujeto activo» de gobierno y participación social: mestizo, indígena, negro, campesino y clase media. Es una condición para que el cambio adquiera y desamarre una dinámica propia, con raíces territoriales y autonomía reivindicativa. En este concepto o con uno diferente, ¿cómo traza el ELN la raya que separa a unos y otros, los amigos y los enemigos?

Los amigos o los enemigos en el curso de la historia no los escoge uno, ellos se manifiestan en la realidad de la vida. No es un ejercicio teórico o por categorías prefijadas, hay que apoyarse en la investigación social, pero siempre se parte de la vida.

Todo proyecto de cambio, de transformaciones sociales se origina en las luchas que dan sectores de la sociedad que son desconocidos o marginados por el Estado o el régimen político, y de acuerdo a como fluya esa lucha o sea bloqueada se configura la fuerza que tratará de liderar o acompañar la lucha de la gente, de las comunidades. Si el tiempo pasa y las protestas sociales no son escuchadas debe desconfiarse de dicho régimen político y de los gobiernos que ejecutan sus políticas.

El proyecto con el que se identifica el ELN es la construcción de una nación democrática y soberana, donde los actores son los desposeídos, los explotados, los trabajadores de la ciudad y del campo, las mujeres, los jóvenes, campesinos, los pueblos indígenas y comunidades negras, precarizados; todos aquellos que colocan por encima el interés social al personal. Este es un proyecto que sin negar lo privado le da más peso al interés público y social.

En el fondo, aspiramos a una Nación Social, no a un Estado-nación. Los enemigos no los escogemos, son los que bloquean y reprimen las luchas de las mayorías, y los que se benefician del actual orden social que defienden.

Sin ustedes sentirse equivocados, en la vía de «llevar la guerra a la ciudad» adoptada en los dos últimos Congresos del ELN, ¿el Comando Central (COCE) sigue creyendo que fue acertado escoger como blanco de una operación con explosivos a la Escuela de Policía General Santander?

No lo dice el ELN, varios analistas sobre conflictos armados y guerras han concluido que fue una acción lícita. Las fuerzas militares y de policía habían realizado varios ataques con bombardeos a campamentos del ELN, donde lanzaron bombas de manera descomunal, en uno de ellos usaron 39 bombas. ¿Qué diferencia hay entre una escuela o campamento de la guerrilla y una instalación como la Escuela de Cadetes? Más expuesta está nuestra gente. En una guerra se sufre de ambos lados, yo no puedo festejar o vanagloriarme con el dolor de la otra fuerza contendiente, para eso está el honor militar, solo decimos que fue una acción lícita.

Hasta ahora, el ELN no pide a La Habana como sede permanente de la Mesa, dado que Cuba, «apegada a sus intereses nacionales», solo admite ese carácter bajo el compromiso de que la guerrilla prometa firmar un acuerdo, sin menos, así se lo exigieron a las FARC. ¿Cómo sustenta el ELN su posición de mantener la negociación en una «sede móvil»?

Eso es sencillo, fue el diseño que se acordó con el gobierno de Santos, es un acuerdo soberano entre las partes, y debe ser en América Latina donde sus países aporten a la paz de Colombia. Noruega entró a solicitud del gobierno colombiano como contribución de Europa. Existen dificultades para que las negociaciones sean en otro continente, pues no hay reconocimiento político claro para el ELN y la Unión Europea tiene al ELN en su lista como organización terrorista; así las cosas, su participación será en otros asuntos donde no se cuente con su territorio.

Alguien que es muy allegado al equipo negociador que encabeza Otty Patiño, dice que el gobierno «le está dando todo lo que quiere al ELN: eso se ve en las consultas, en la participación social de las comunidades afectadas, en los alivios humanitarios locales y de sus guerrilleros presos», «¿qué más quieren?» ¿El ELN considera que es esto cierto?

No es así, pues en una Mesa se construyen acuerdos con la participación de las dos partes, nadie está obligado a aceptar las propuestas de la contraparte. El proceso de construcción de un acuerdo es complejo, debe tenerse en cuenta que las dos partes tienen ideas y propuestas; quien tenga más capacidad para escuchar a la contraparte, tendrá más ventajas, pues puede ayudar a componer acuerdos. Los alivios humanitarios poco se han cumplido al igual que lo referido a los presos con situaciones críticas de salud, que para ser atendidos no debería necesitarse ningún acuerdo, pues es un asunto de humanidad.

Antes de la primera vuelta de las elecciones del 2022, el comandante Antonio García escribió con respecto a Gustavo Petro y a su fórmula de Pacto Histórico que, «serán gobierno, no tendrán poder y serán pasajeros». «Pasajeros», dijo. ¿Con este adjetivo García preveía un gobierno frágil en la promesa de cambio urgente?

El Gobierno del Pacto Histórico no cuenta con mayorías propias en el Parlamento que le permitan definir políticas con autonomía, por eso está obligado a realizar alianzas o coaliciones; y cuando esto fracasa el presidente convoca a la movilización buscando apoyo, pero él mismo había dicho en el momento de lucha en 2021 que eso se resolvía en el Parlamento.

Resulta que

no hay la suficiente fuerza para lograr reformas de fondo. No festejo esa realidad, solo la reconozco. Lo vemos con preocupación, por cuanto se está contando con las fuerzas políticas que siempre se han opuesto al cambio y son las que han usufructuado las mieles del poder.

Toca remarcar, ¿tendría lugar un revivir de las «primeras líneas» o el ELN aspira a participar de un eje que llene el vacío de una condición pasajera del Gobierno?

La existencia de las «Primeras Líneas» ni depende ni ha dependido del ELN, ellas son una expresión de protección propia y autónoma de las gentes que protestan o se movilizan. El ELN no tiene aspiraciones a estar en el gobierno, pues es con quien estamos tratando de negociar y tenemos claro que esta no es una negociación de «yo» con «yo». Consideramos que la negociación de fondo es con el régimen político y el Estado.

El mero triunfo electoral no obtenido en la primera vuelta, sin contar con una bancada mayoritaria propia, lo cual incita a «hacer coalición», ¿basta, es suficiente para verlo como punto de inflexión, como momento de ruptura con lo establecido, en el que la conciencia de la población y la situación general cambia de tendencia?

El ELN no se queda en el análisis electoral. Si un gobierno que se propone cambios no cuenta con una mayoría parlamentaria, difícilmente podrá gobernar. Ahí, en esa composición parlamentaria se da una expresión del régimen político que habilita o niega al poder Ejecutivo. Las otras expresiones están en los otros poderes y el liderazgo armonioso del poder económico.

Las posibles reformas del gobierno de Petro van a depender de si se apoya o no en la gente, si se la escucha o no, si se crean otras formas de participación de la sociedad. Por ahora, lo que le está funcionando al gobierno son las coaliciones flotantes con sectores liberales y otros sectores funcionales a la vieja política.

Reiterando, ¿qué dice el ELN con respecto a la particularidad del momento? ¿Ya es una situación madura, de definición y desenlace revolucionario, como está previsto en la teoría estratégica? O si no, ¿cuáles son las características puntuales del actual momento? Cuando, en general, las organizaciones políticas, guerrilleras, los movimientos sociales y el activismo académico no analizan en debida forma la ausencia de un «sujeto activo de gobierno» y transición, con participación popular. No de un poder popular dual, pues en el momento prima una «correlación de fuerzas» desfavorable para un todo o nada radical.

El Estado, los sectores de poder económico y político, así como los Estados Unidos tenían el cálculo de que una vez desmovilizadas las FARC, el ELN era pan comido y que vendría un nuevo momento de estabilidad política donde las diferencias en los sectores de poder se podrían resolver o aclarar para configurar un bloque dominante, o un pacto para darle estabilidad a la conducción política.

Pero

las razones del alzamiento armado están en el fondo del conflicto social aún sin resolver y es eso lo que ha explotado de manera creciente y recurrente, cada vez con más fuerza.

En la actualidad hay una especie de receso, de «calma chicha». La derecha se equivocó al meter a Rodolfo Hernández para que le quitara votos a Petro y terminó ganándole a Fico. Se quedó sin candidato propio, fue víctima de su estrategia electoral, de ese tamaño son las diferencias en los sectores políticos de poder. El Gobierno tiene dos caminos: tratar de impulsar reformas negociadas con los sectores burgueses, como lo viene haciendo y así paliar un poco las expectativas de cambio en la sociedad. Ahí hay un punto de encuentro entre los integrantes formales del Pacto Histórico y los partidos tradicionales, pero sale afectado el movimiento social. El otro camino es acercarse más al campo popular para impulsar reformas más de fondo. El tercer camino sería plegarse al proyecto de la derecha, que llevaría a la muerte política del Pacto Histórico. Entre más se pliegue a las alianzas de derecha, el movimiento social se va a activar con más fuerza. La sociedad espera cambios de fondo, si no llegan, volverán los momentos de lucha masiva que se vivieron en 2021.

En la llave de campaña candidato Petro-Roy Barreras se aseguraba a pie juntillas que para gobernar había mayoría en el Congreso. Se aplaudía el manejo y «la forma de hacer gabinete», con altura de estadista. ¿Para el ELN pasar de un «gabinete de coalición» a uno «de amigos» calienta la calle y pone otro ingrediente de cercanía, o de distancia, para la paz que demandan los territorios en conflicto?

Hay que ser realistas, para gobernar con la actual institucionalidad se requiere mayoría parlamentaria. Al no tenerla, se depende de acuerdos con los partidos políticos para contar con ella y eso implica configurar un gabinete teniendo en cuenta esa coalición. Por tanto, las reformas tendrán el color de la coalición, eso ha generado crisis, pero se sigue en el mismo camino. Las alianzas protegerán los intereses económicos y políticos de las agrupaciones que participan en la coalición. Solo un giro en la opinión nacional y la voz de las mayorías que no están en el Parlamento abrirá una opción al cambio.

En la mayor parte de la gente que habita las grandes urbes, las medianas y pequeñas ciudades y las cabeceras municipales, la «reivindicación de la paz» no es preponderante y de urgencia diaria. Ello es un aprieto grande para el efecto de popularidad del presidente. A su vez, para el eco del «Diálogo Nacional» defendido por ustedes, ¿cómo valoran y explican, si la comparten, esta realidad; y cómo y con cuál iniciativa rebajaría la desconexión entre opinión en la calle y proyecto de paz?

Para el ELN la solución política, la paz, implica resolver las causas que originaron el alzamiento armado, que no es otra cosa que las razones por las que se moviliza y protesta la gente, y superar el tratamiento violento del Estado a dichas protestas. Ese es el punto de encuentro entre la paz y las aspiraciones de la gente.

La participación de la sociedad debe llevarnos a identificar los problemas del país que no han sido resueltos, como también a que se traten de manera distinta los conflictos sociales. La paz no es que la guerrilla deje las armas y que lo demás siga igual. Esos problemas, mal tratados o desoídos, son tanto urbanos como rurales, así se manifestaron en las protestas masivas del 28A.

¿Qué proyección hacen ustedes acerca de la próxima coyuntura? ¿De cuál color será el próximo presidente del Congreso? Con diferente signo, ¿brotarán uno o dos activismos de calle? En las próximas elecciones regionales, ¿podrá el gobierno de Petro exhibir hegemonía en el resultado y qué proporción alcanzará cada una de las «tres vertientes» políticas de país?

No andamos en cábalas para el Parlamento, lo esencial se moverá en las líneas que he señalado. Es igual que para pasar un río: se pasa nadando, se construye un puente o se pasa en canoa, otro diría que se usa un helicóptero. Todo depende de para qué, los ritmos de uso y sus costos. Se habla de la caída en las encuestas. Todos los partidos y movimientos políticos piensan, para las elecciones regionales, en cómo ubicarse en posiciones favorables para las nacionales, de presidente y Parlamento. Con ese interés se ve la bandera de la paz, qué tanto puede capitalizar para las elecciones, la conveniencia de un cese el fuego u otras iniciativas que salgan de la Mesa.

Estamos viendo que la transición en Colombia es distinta a los otros países del continente. Los resultados de las elecciones no cambian mayormente la dinámica política, sigue la inercia del régimen político. Esos tres grandes bloques políticos, para simplificar, vienen desde la Constituyente del 91.

El futuro de Colombia no depende solo de leyes o de elecciones; sino de qué tan presente esté la sociedad en la construcción de su futuro.

En particular, ¿el conservatismo, la centroderecha, la derecha extrema y una «tercera generación» de paramilitares tienen una capacidad de conjura, tienen la ambición de golpe de Estado que conserva espacio internacional y apoyo de factores de los Estados Unidos?

Mientras el actual gobierno no amenace el régimen político y la institucionalidad, no se necesitarán otros niveles de intervención de los Estados Unidos y la derecha del país. Hay entendimiento entre los Estados Unidos y la Unión Europea con Petro, eso quiere decir que hay una agenda «reformista» que será tolerada por ellos. Si se avanza en reformas más de fondo, se necesitará más pueblo, más sociedad excluida, y esa alianza será la que podrá sustentar un proyecto de país distinto. No estamos hablando de socialismo ni comunismo, sino de auténtica democracia.

En la dudosa factibilidad de un escenario de complot, y en el desafío por el «equilibrio de fuego» en un conflicto armado irregular, ¿cuál carácter e intensidad operativa calcula el ELN ante un rompimiento o prolongación sin fecha de la Mesa?

Jamás la apuesta del ELN ha sido como aparato armado, nuestra apuesta es con la sociedad, con el pueblo, pues no defendemos intereses distintos a los que tenemos la mayoría de los colombianos.

Desde luego que tanto el Estado como el ELN nos preparamos para cualquiera de los escenarios de futuro, pues si bien estamos comprometidos por una salida de paz, no depende de nosotros. No vemos un manejo mediático mesurado que nos lleve a descuidarnos, tampoco lo que se filtra como propósitos para aniquilarnos. No somos de hacer cábalas, será la realidad la que nos guíe.

En tono de última pregunta y de agradecimiento por sus respuestas. Todo ángulo debe tener consideración. Por encima de que a muchos gestores de opinión les extraña, con rechazo, la presencia elena en varias mesas de negociación, ¿el ELN podría repetir: «no venderse, no rendirse, no claudicar» como enarbola el Zapatismo?

El ELN jamás ha tenido relación alguna con el Zapatismo, no sabemos si practican lo que se menciona.

El ELN está comprometido con los cambios para Colombia, para los más humildes, para los desposeídos; que haya pan, salud, trabajo, tierras, respeto para sus vidas; que no se use la violencia para reprimir sus luchas y, sobre todo, para que se escuche su voz y ella misma moldee su futuro.

Lo demás es carreta o discurso barato, argumentaciones distanciadas de lo que vive la gente del pueblo. La misión del ELN es acompañar siempre las luchas del pueblo.

La entrevista fue realizada en el mes de mayo de 2023. La versión que sirve de referencia fue publicada en Periódico desdeabajo, Nro. 303, junio 18 — julio 18 de 2023.

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