La primera
invitación que nos hicieran Luciana y Christian al llegar a Buenos a Aires,
fue a dar un paseo por la memoria.
Antes de conocer cualquier paisaje, bebida o comida, cargada de “argentinidad”,
era necesario compartir las heridas que les constituyen como sujetxs. Agradecemos esa decisión empática, porque al
salir, nunca antes el mate lo habíamos sentido tan amargo. Toda imagen, olor o
sabor, estuvieron desde entonces atravesados por el cristal de la implacable
historia.
La antigua
Escuela de Mecánica de la Armada, que fuese durante 1976 y 1983 el mayor centro
de tortura de la dictadura cívico-militar en la Argentina -Hoy recuperada como espacio
para la memoria y la defensa de los Derechos Humanos- nos esperaba. Más allá de
lo emblemático del lugar, pensamos a priori, que serviría para tomar algunas
fotos como documentación del viaje, y para recibir algo más de información
sobre esa historia terrible a la que acaso ya nos habíamos acercado a través de
tantas películas o documentales, libros, o testimonios de las y los argentinos
que hemos conocido en Venezuela.
Estábamos
equivocadxs, una vez entras al lugar no puedes anteponer la razón para seguir registrando
datos o cifras, números terribles, relatos ominosos que la mente no decodifica,
y van entonces directamente a las emociones. La energía del lugar te aplasta.
Regresamos repletos de revistas, posters y folletos, pero quien los leyese, no
podrá acercarse a sentir lo que sentimos allí dentro. Regresamos también con la
piel erizada y sintiendo que algo se nos había roto por dentro.
La forma en que
se nos suele enseñar la historia está llena de fechas y nombres, envueltos en
una fría cronología que jamás nos pone en relación con lo contado. ¿Cuántos
lloramos, o al menos sentimos pena, cuando en la escuela nos dijeron por
primera vez que Bolívar había muerto joven, frustrado y traicionado en Santa
Marta, acaso de tuberculosis? ¡Ningunx!
En cambio, este
“paseo” es otra cosa, te deconstruye esa forma en la que hemos “aprendido” la
historia y te mete en ella sin posibilidad de escape. El compañero que nos hizo
el recorrido no es el típico empleado
ministerial que cumple con un horario y un trabajo; siente en cambio cada
palabra en su cuerpo, milita desde la defensa de los derechos humanos y desde
esa subjetividad y con la piel abierta, nos habla y acompaña. Hace varios meses
ya que estuvimos allí y todavía podemos escuchar los gritos de las y los
torturados, verlas con sus cuerpos marcados en las letrinas que tenían por
celdas, las mismas que vieron nacer en medio del dolor y la violencia a
centenares de bebés, que les sacaban a sus madres de su vientre para no verlos
nunca más.
No contábamos ni
con la mejor cámara, ni con la luz y el espacio necesario, para contar con
fotos lo que sigue. Pero era nuestro compromiso hacerlo. Antepongan las tripas
y el corazón, y juntémonos siempre, para que, en Nuestra América, ni en ningún
lugar del mundo, nunca más el oprobio nos siga matando los cuerpos y los
sueños. Lxs buenxs, lxs dignos, lxs justos, somos más.
Fachada de la Ex Escuela de Mecánica de la Armada. Sep. 2018.
Al inicio de la visita guiada, una cronología audiovisual nos pone en contexto, de cómo ese lugar se fue convirtiendo con los años de centro de tortura a espacio recuperado para la memoria. Muchos de los visitantes van por primera vez, las expresiones de su rostro lo demuestran, otrxs cómo Christian y Luciana, son visitantes recurrentes, el dolor no deja de aparecer en sus miradas, pero lo mastican y digieren de otro modo, van porque saben que las heridas no pueden aun ser cerradas, no hasta que exista justicia contra todos los implicados, y sobretodo hasta que no labremos una sociedad dónde sea imposible que esta nefasta historia se repita, y así estar seguros y seguras de poder decir: NUNCA MÁS.
Los rostros de las y los desaparecidxs se encuentran por todos lados, no sólo en la Ex-ESMA sino en cualquier marcha o pared en las calles bonaerenses, una ciudad que no deja dormir al olvido, un pueblo que al “no dejarles morir”, ha convertido a la memoria en un arma de resistencia.
Con esta pregunta comenzó la resistencia, miles de madres comenzaron a hacerse la misma pregunta, colmas de dolor y zozobra, empezaron a juntarse en Plaza de Mayo, y como estaban prohibidas las reuniones públicas, caminaban en ronda alrededor de la plaza. Hoy 43 años después siguen caminando, no se detienen, se les puede ver con sus pañuelos todos los jueves a la misma hora, en el mismo lugar. Ellas, las madres de plaza de mayo son un ejemplo de lucha y resistencia inquebrantable por la vida. De los más de 30.000 desaparecidxs que se registran durante ese oprobioso período se sabe que más de 24.400 eran jóvenes en edades entre 16 y 35 años. Sin duda el objetivo de la dictadura no sólo era desintegrar las familias, sino sembrar el terror en la generación que pudiera hacerle frente, una juventud con miedo es una juventud muerta. Más de 400 madres embarazadas tuvieron a sus bebés en cautiverio, allí en el mismo lugar dónde se les torturaban, médicos militares (izq.) les extraían del vientre a sus niños que no verían nunca más, el futuro de ambos estaba decidido, a ellas le esperaba la muerte, a la niños la duda, la gran mayoría fue entregado en adopción a familias “de bien” (der.), que no eran más que familias pudientes ligadas al sector político – militar.
Este dibujo fue realizado por una de las detenidas en la escuela de mecánica de la armada, la imagen muestra lo que sus ojos alcanzaban a ver por debajo de la capucha.
Durante el recorrido se ven impresos algunos textos que narran la oscura historia, éste es un fragmento de un texto que enviara Rodolfo Walsh, fundador de la Agencia de Noticias Clandestinas ANCLA y referente del periodismo militante, a la junta militar: “sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.” Poco tiempo después de esa carta y otras denuncias, nunca más se vio con vida a Rodolfo Walsh. En el mes de junio de 1978 se celebraba la XX edición de la Copa Mundial de Futbol, este evento fue utilizado por la dictadura, por un lado para lavar su cara internacionalmente ante las fuertes denuncias de lxs activistas en DDHH, y por otro, y sobre todo, para pot medio de la “doctrina del shock” aplastar las esperanzas de las familias de los desaparecidos y los propixs detenidxs y torturadxs. En el documental La historia Paralela [U1], podemos escuchar un testimonio de una de la sobre vivientes de la ESMA, lugar que queda a escasos 200 metros del monumental de River, estadio dónde se jugaron los principales partidos; en el que confiesa que sólo los gritos de gol ahogaban los gritos de las y los torturados. La violencia simbólica era parte del manual de guerra, haciendo que las y los retenidxs, supusieran no a una sociedad movilizada, buscándoles y exigiendo justicia, sino ebria de fútbol celebrando la primera copa mundial para la nación albiceleste, y de espalda a la realidad que estaban viviendo. En la imagen vemos una intervención como denuncia, al logo oficial del Mundial 78, que sugiere que se jugaba en medio de un campo de concentración. Con el tiempo otras interpretaciones semánticas sucedieron al polémico logo, pues el balón pareciera estar entre dos piernas curvas, como si viniese del vientre de una mujer. Cómo si intentaran tapar con fútbol las preguntas que se siguen haciendo sobre el paradero de esos más de 400 niños que nacieron en cautiverio
Texto del poeta de Juan Gelman en una de las paredes externas de la Ex-ESMA.
Dentro del espacio, encontramos también una sala de cine, que lleva el nombre de Raymundo Gleyzer, uno de los principales referentes entre los documentalistas políticos lationamericanos. Raymundo, quien años antes estuviera en nuestra ciudad (Mérida, Venezuela) invitado al encuentro por el nuevo cine latinoamericano organizado por el departamento de cine de la Universidad de los Andes, a cargo de Edmundo Aray, Tarik Souki, entre otros; fue también desaparecido por la dictadura cívico-militar de su país. A pesar de las décadas de lucha de las expresiones del pueblo argentino, que como sugiere Gelman, no han dejado descansar a la memoria, exigiendo justicia para los responsables de estos crímenes de lesa humanidad, y tras las reivindicaciones que atendiera el kischnerismo para ir curando estas profundas heridas, queda mucho por hacer, pues la mayoría de los señalados o han fallecido sin establecerse una condena o tienen actualmente sus juicios en cursos, juicios que el macrismo y sus instituciones han intentado enfriar. El recorrido acaba justo allí en un salón grande al que de pronto caen sus persianas, las luces se apagan y por 3 de los 4 lados del salón comienzan a proyectarse las imágenes dónde se puede ver el estatus, caso por caso de los juicios contra los genocidas de la junta militar. De manera que no se puede salir del lugar sin comprometerse, sin eludir la responsabilidad de aportar algo por la memoria de tantas familias mutiladas.
“Terror es no saber de dónde viene el miedo…”, pudimos leer entre los textos proyectados en las paredes, finalmente con esta convicción cerramos, es nuestro deber derrotar siempre al terror.
Vista desde lo que fuese una de las celdas de tortura en la ESMA durante la dictadura cívico-militar Argentina.
Pd: Este trabajo, no sólo es en general un homenaje a las víctimas de la dictadura, un gesto de solidaridad con todas y todos los que han luchado para que jamas olvidemos lo ocurrido; es también en particular, un agradecimiento a Luciana Lavila, Maria Estrada, y Ayelen Magnin. 3 compañeras enormes, que hicieron posible nuestra corta estadía en Buenos Aires. Compartiendo su hogar, el mate, el vino, y sobre todo, su historia.
Para: Tatuy tv
Texto y Fotos:
Fabrcio Martorelli y Fabiola Molina.
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