[OPINIÓN] Volver por todos los caminos

Argelia Reyes

Volveremos en multitud innumerable; volveremos por todos los caminos, como espectros vengadores saliendo de la sombra, volveremos apretando los puños.
Louis Michel

Con el viento en contra

El rasgo más distintivo del momento actual sería la configuración de una crisis terminal que amenaza con dar al traste con el régimen de acumulación imperante, en lo económico, y con la continuidad de la dirección política al frente del estado, en lo político.

En cuanto a la crisis económica, es la expresión de una crisis excedentaria. La respuesta del grupo en el poder a la contracción económica de los últimos años (combinación de la caída de la renta petrolera, las sanciones imperialistas y la corrupción y rapiña de las élites) fue instaurar un proceso ampliado de enriquecimiento y acumulación de capital a través de la captura de rentas ilegales, la corrupción y el empobrecimiento de las grandes mayorías.

Aunque la “acumulación delincuencial” (Brito Figueroa) es inherente a la estructura económica venezolana y la corrupción ha sido desde siempre el medio de transferencia de rentas del estado a manos privadas, la magnitud del desfalco a la nación durante los últimos años, el volumen y diversificación de las rentas de proveniencia ilegal, la opacidad de las transacciones y sobre todo la desconexión de estos capitales de los circuitos financieros internaciones como consecuencia de las sanciones, han conducido a que los sobreexcedentes sean represados en la economía local, recalentándola con miles de millones de dólares de dudosa procedencia sin que tengan salida, creando burbujas especulativas y un capital estancado imposible de realizarse en medio de una severa contracción económica y del empobrecimiento general que hace que se pulverice el consumo y la capacidad adquisitiva de la mayor parte de los venezolanos.

Frente a este cuadro, la única salida que no implique un cambio el statu quo es abrir la economía a capitales foráneos y reinsertarla en el sistema financiero internacional, para permitir que los capitales provenientes del saqueo puedan legitimarse y circular globalmente, lo que solo es posible si se logra la flexibilización de las sanciones por parte del imperialismo y se crea un clima político que dé confianza y seguridad jurídica a los capitales. Esto pasa por unas elecciones medianamente legítimas que puedan ser aceptables para los gobiernos de las potencias centrales y que brinden seguridad a los inversores.

Pero aquí intervienen las contradicciones en el campo político. Los últimos eventos electorales evaporan cualquier posibilidad de victoria del gobierno en unos comicios mínimamente competitivos, por los que la tentación del fraude y de profundizar la deriva autoritaria y antidemocrática se hacen atractivas como único medio para que la actual élite política garantice su perpetuación. Esta confluencia y condicionamiento mutuo entre crisis económica y crisis política plantearía, si no se produce ningún imprevisto que modifique las tendencias actuales (como, por ejemplo, los riesgos de utilización del conflicto con Guyana para escalar a una guerra entre ambos pueblos), tres posibles escenarios:

1) El escamoteo de la salida democrática, desembocando en un modelo más parecido al de Yeltsin (un capitalismo gansteril y neoliberal con una gobierno autoritario y patrimonialista) que al de China, a pesar de lo que postulan conspicuos voceros del madurismo. Pero esta vía seguramente conduciría a tensiones y conflictos crecientes dentro del bloque dominante, ante los costos económicos de volver a la situación de los años anteriores por el retorno de las sanciones y la huida de los inversores. La élite gobernante tendría que optar entre los negocios y mantener el poder;

2) Un acuerdo con EEUU y con las élites económicas que permita la continuidad de la actual camarilla gobernante a pesar de no contar con legitimidad democrática, en tanto que la misma sea capaz de garantizarles estabilidad política y condiciones para el de spojo de los recursos naturales;

3) Su reemplazo por vía electoral por la derecha política que, paradójicamente, profundizaría las políticas neoliberales y entreguistas actuales, pero con un mayor grado de institucionalización.

El viento parece soplar a favor de la derecha y el capital. Las fuerzas populares y progresistas, arrastradas por el lastre de un gobierno nefasto que se escuda tras la falsificación de banderas de izquierda y por su poca audacia para desmarcarse a tiempo y de manera clara de su influencia, parecen condenadas a la irrelevancia. Sin embargo, en política no hay leyes rígidas ni escenarios fosilizados: en el “minuto táctico” (Kléber Ramírez) las fuerzas populares y revolucionarias siempre pueden insurgir e inclinar a su favor el escenario, sobre todo si logran desbaratar el pacto entre élites y desplazar a dos derechas igualmente cómplices de la dramática situación que vive nuestro pueblo.

El laberinto del movimiento popular

Las fuerzas populares y revolucionarias presentan en su conjunto un cuadro deplorable. Marcadas por la dispersión y fragmentación, no supieron romper a tiempo y de manera clara, con salvadas excepciones, con el actual gobierno y ponerse al frente del descontento popular. Su situación es, aún en comparación con el estado previo a la llegada de Chávez al poder, desolador, no habiendo podido acumular fuerzas en situaciones más favorables y ahora hundida por el lastre de un gobierno antipopular al que hipotecaron su suerte: desnortadas ideológicamente, aturdidas por el batiburrillo doctrinal de las que hace alarde la dirección política, que liga consignas huecas de un antiimperialismo falaz con la retórica del emprendedurismo neoliberal y clichés de filosofía barata de autoayuda; rezagadas de las luchas de masa, pues por mucho tiempo buena parte del movimiento popular actuó como apagafuego y amortiguamiento de las justa reivindicaciones y luchas de la clase trabajadora; en medio de la cooptación y bastardeo de las practicas alternativas incubadas antes y durante la revolución bolivariana; entrampadas en una polarización que ya no expresa la correlación de fuerzas de la sociedad venezolana y que la conduce al sectarismo y aislamiento del conjunto de fuerzas democráticas y progresistas que van más allá del gobierno y del chavismo; con una
absoluta perdida de la iniciativa política y de la autonomía de clase, entregadas acríticamente al poder y al partido gobernante. La crisis del actual modelo es, por responsabilidad propia, también su crisis.

En estas coordenadas, la izquierda y el movimiento popular parecerían invalidados para conducir al pueblo en la gesta por venir. Debe dar pasos agigantados para superar su letargo y encarnar una opción de poder creíble frente a dos derechas que expresan la dinastía del capital. Para esto debe transitar caminos múltiples y formas diversas de acumulación que permitan superar los déficits teóricos, ideológicos, políticos y organizativos que impiden convertirse en una alternativa frente a la crisis del bloque dominante.

Este cuadro se complejiza si consideramos que una parte importante del movimiento popular sigue entrampado en su apoyo a quienes detentan el poder, sea por prebendas miserables, por temor a la represión, por aún creer que el gobierno puede dar un viraje hacia la izquierda si se dan condiciones favorables o sencillamente por no vislumbrar una alternativa viable y convincente. Más que repudiar a estos sectores o forzar definiciones que solo precipitarían rupturas innecesarias y su repliegue defensivo, una estrategia de acumulación como la que proponemos debe invitarlos a la acción política de clase, bajo la premisa de que, más allá de las
posturas que cada quien tenga, solo la lucha colectiva develará la verdadera naturaleza de este gobierno.

Más que vías rápidas que reediten los errores del pasado (“decretar” estructuras burocráticas condenadas antes de nacer, promulgar tesis dogmáticas alejadas de la realidad y la práctica, un vanguardismo aislado del movimiento de las masas y de la construcción de fuerzas sociales amplias), lo que proponemos es articularnos en torno a una estrategia de construcción y acumulación múltiple, que nos ponga en condiciones de disputar la dirección política y el poder y devolverle la esperanza y la dignidad al pueblo que lucha. Una bitácora u hoja de ruta que trace los caminos por los cuales transitar colectivamente. Es esta estrategia múltiple, y no las quimeras de las soluciones rápidas y prefabricadas, los nuevos mesías y las aventuras sin
esperanzas, la que en el precario y confuso momento que atravesamos, nos puede unificar.

Una estrategia para la estrategia.

Rearme político-ideológico:

Superar la confusión y desorientación actual de las fuerzas populares y revolucionarias a través de la acumulación de la discusión y construcción teórica colectiva, retomando el debate teórico y político-ideológico interrumpido por años de dogmatismo y burocracia autoritaria. En tal sentido, hay que recuperar las tesis y tradiciones teóricas que han nutrido el ideario de la revolución venezolana (marxismo nuestroamericano y no dogmático, bolivarianismo, teología de la liberación, indigenismo, guevarismo, pensamiento cimarrón, chavismo), enriquecido
por las nueva corrientes que surgen del pensamiento emancipatorio actual (deconolonialismo, luchas antipatriarcales, feministas y queer, movimientos ecológicos), los nuevos problemas que imponen las trasformaciones del capitalismo (la reconfiguración del trabajo debido a los cambios tecnológicos y a las llamadas economías de plataforma, las luchas anti-extractivistas, la disputa por los bienes comunes), los temas que puso en el centro del debate la revolución bolivariana (comunalidad, democracia participativa y protagónica) y aquellos otros que no fueron resueltos (problema petrolero y superación del rentismo, relación entre democracia
y socialismo). Para esto, se requiere articular la investigación militante y participativa, la educación popular y la formación, la comunicación y difusión de ideas, promoviendo espacios de debate, formación (redes de centros de investigación y formación) y trabajo de publicación (desde trabajos clásicos hasta revistas para el debate teórico y periódicos de agitación).

Confluencia de las luchas populares:

El abandono de las luchas populares por buena parte del movimiento popular, que con frecuencia sirvió como apagafuego al servicio del gobierno, dejó al garete al pueblo en lucha y le dio oportunidad a la derecha para pretender capitalizar el descontento. Sin embargo, la intuición colectiva ha evitado que las luchas populares caigan bajo la tutela de sus enemigos de clase, y la movilización popular se ha mantenido al margen de los intentos de conducción de la derecha. Pero no por ello se han logrado saltos cualitativos que permitan imprimirle una dinámica más ofensiva y una mayor cualificación política a estos procesos. Por el contrario, campea la dispersión y los ciclos de lucha suelen ser derrotados o se agotan rápidamente.

Desde las luchas campesinas de 2018, las luchas de los trabajadores el salario y los derechos laborales, pasando por movilizaciones contra la represión, contra los desalojos y por el derecho a la vivienda, contra los despidos y privatizaciones, por reivindicaciones de género, etc., un crisol de luchas populares han sacudido el marasmo y la pasividad de los últimos años, poniendo muchas veces en jaque las políticas antipopulares del gobierno.

La construcción de una alternativa popular y de izquierda pasa por fortalecer, potenciar y articular estas luchas, asestándole derrotas a las políticas neoliberales y desbaratando el pacto de élites. Solo sobre el desarrollo del movimiento de masas es posible construir una alternativa revolucionaria con opción de poder.

Esto pasaría por construir un instrumento de unidad de las luchas populares, al mediano plazo, y de promover y acompañar las luchas sectoriales y construcciones intersectoriales en lo inmediato. Como mediación táctica, frente al escenario electoral que seguramente adormecerá la efervescencia de la movilización y fracturará aún más el campo popular, proponemos construir un programa que recoja las demandas y reivindicaciones de los distintos sectores en lucha para caminar hacia su transversalidad, politización y unidad. Adicionalmente, anticipando el recrudecimiento de la represión en la medida que el fragor de la movilización
aumente, hay que preparar redes de apoyo mutuo y defensa frente a los seguros intentos de criminalización.

Cualificación de alternativas societarias:

Los años previos a la claudicación contrarrevolucionaria de la actual dirección fueron plenos en experimentos políticos y sociales que prefiguran alternativas societales al capitalismo. Las experiencias de poder popular y gestión popular directa, las comunas, los ensayos autogestionarios, las cooperativas, las prácticas de comunicación alternativa y educación popular, el control obrero y las fábricas recuperadas, las redes solidarias de producción y distribución, proliferaron y llenaron a la revolución bolivariana de contenidos concretos que encarnaron una sociedad más justa. Son las casamatas en que se incuba una nueva civilización
(Gramsci).

A pesar de su torpedeo desde el poder, los intentos de cooptación y la restauración de prácticas de dominación al interior de varios de estos ensayos, son quizás el mejor saldo de estos años de revolución. Su recuperación, cualificación y expansión es una tarea fundamental que reconoce que, a pesar de la derrota estratégica que encaramos, hay muchas pequeñas victorias desde la cuales reconstruir una alternativa social y política. Apoyar, garantizar su sostenimiento, profundización y extensión, fortalecer y construir redes y “sistemas” que las articulen, es una tarea que permite conectar el legado práctico de la revolución bolivariana con los nuevos desafíos que tenemos por delante.

Construir la unidad de fuerzas democráticas y patrióticas:

La polarización ha envenenado la práctica política de los revolucionarios, impidiendo construir unidad más allá de nosotros mismos. La crisis económica y política identificada previamente hace urgente convocar a los sectores más amplios para construir una alternativa democrática y patriótica frente al neoliberalismo, el entreguismo, la deriva antidemocrática y los pactos de élites. Esta convocatoria debe tener como marco la restitución de la constitución y el estado de derecho, enfrentando tanto las acciones imperialistas, los atajos violentos de la derecha,
como la deriva antidemocrática y neoliberal de actual gobierno. Frente a una polarización que ya no expresa el conflicto político y social, repolarizar en clave de defensa de la democracia, la justicia social y la constitución contra al pacto de las élites contra el pueblo.

Acumulación política:

Aunque concebimos la construcción de una síntesis política como resultado de estas distintas líneas de acumulación, no por eso hay que esperar hasta su desarrollo para adoptar formas de articulación política que agrupe a los sectores revolucionarios. Convocamos a liberar la imaginación política, ensayando múltiples formas y redes de articulación, sistemas y vanguardias colectivas que reconozcan y expresen a su vez la pluralidad del campo popular y revolucionario (desde los que se oponen frontalmente al gobierno, los que aún vacilan y los que todavía lo apoyan con reservas; superando los condicionamientos ideológicos que nos dividen y los sectarismos que nos dispersan). En tal sentido, proponemos construir una red,
“federación” o corriente de revolucionarios que permita la interacción de cuadros y
militantes que se ubiquen en distintas posiciones y emplazamientos, tanto dentro como fuera de los partidos, y haga posible empezar la puja por la direccionalidad política.

La larga marcha de la reconstrucción del campo popular y revolucionario

Estas son estrategias de acumulación diversas (de debate, de masas, de experiencias alternativas, de sectores democráticos amplios, de actores políticos revolucionarios), que implican distintos instrumentos (centros de investigación y formación, publicaciones, central de luchas populares e intersectoriales, construcción de un programa popular, frente amplio, sistemas de organización y vanguardias colectivas) y distintos actores y velocidades (por ejemplo, el debate teórico-ideológico es un proceso siempre abierto, libre de fosilizaciones y
dogmatismo; la acumulación política debe incorporar a aquellos que aún cifran esperanzas en este gobierno, más lentos en su avance, etc.), sin que ninguna de estas líneas esté subordinada a las otras. Pero solo su combinación podrá dar lugar a la construcción de un instrumento que sirva como síntesis política, encarnando un polo político claro y eficaz, dotado de una teoría revolucionaria, que sea expresión del movimiento de masa y de la construcción desde la práctica colectiva de una nueva sociedad, capaz de darle direccionalidad a amplios sectores sociales, populares, democráticos y patrióticos, y poder disputar el poder y enfrentar al pacto entre élites. Es una tarea larga y titánica, por lo que hay que darse prisa.

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