[CONTRATIEMPO] La inevitable tozudez del espíritu:¿Contratiempo de la historia?

“Cuando la historia se queda sin espíritu,
la escribirán en los libro de contabilidad”
(Libro de revelaciones)

El vértigo que se ha desatado en Venezuela en estos días, a propósito de la arremetida por el poder político y contra el orden constitucional, hace difícil la contribución en un debate que por demás está ausente entre quienes se arrojan para así el rol de encarnar la opinión de las mayorías. Esto es importante poder establecer claramente que la construcción de la esfera pública, ese espacio en el cual las ideas se constituyen en las herramientas para la construcción de lo común como proyecto agónico y virtuoso de lo que es el florecimiento de la especie humana, en los límites históricos que corresponden a la historia que hemos sido y la historia que nos hace; no es un espacio en el cual se pueda tener acceso desde la mezquindad y la rabia. Mejor dicho, no es deseable que la esfera pública así definida sea construida desde el odio porque lo común se erige entonces en el interés particular y la ambición como guía termina siendo un ejercicio de rapiña en lo material, de negación del otro en lo ético y de la miseria humana en lo espiritual.

El debate en Venezuela entre los que se denominan actores políticos y debemos incluir allí, quiérase o no a los palangristas de la información, se ha deteriorado a un nivel que no deja absolutamente a nadie exento ya no de la parcialidad, que es lícita y necesaria, sino del afán de construir esa parcialidad en la única realidad posible porque es el horizonte esperado. A la guerra preventiva librada por Estados Unidos en el comienzo del siglo XXI le sigue ahora el debate político preventivo que no es más que la suspensión de la diferencia para poder hacer verdad absoluta lo que es una posibilidad entre otras.

Pero el espíritu humano es esencialmente libre. No estamos hablando de esa libertad que se supone radica en el hacer lo que me plazca, sino una libertad casi inevitable para quien concede al ejercicio de la razón un pedazo de su vida. Es la libertad de dudar. Así es, el ser humano porque sabe que morirá, entonces duda porque es sobre ella que ha construido recursos tan importantes como dios, mercado, riqueza, superioridad y pare Ud. de contar. Pero esa libertad puede tener al menos dos derivaciones. Veamos cuál de ellas es la que se requiere en la Venezuela del 2019.

La primera deriva está asociada a la condición de posibilidad del conocimiento, aquella atribuida al pensador francés Descartes donde establece que lo único sobre lo cual no se puede dudar es que dudo y ese dudar tiene un sujeto: “Pienso, luego existo” tiene su raíz en la duda. La otra deriva que nos interesa ahora está asociada con el razonamiento práctico que tiene que ver con el cálculo de las acciones no de forma inmediata sino de cara a la construcción política. Es decir, al cálculo de las consecuencias de nuestras acciones no en el ámbito teórico del conocimiento sino en relación con los otros. Allí la duda estaría dispuesta en el sentido de justicia que gobierna la pretensión de legitimidad de las acciones humanas. Es decir, dudar de que la legitimidad de nuestros actos sólo deriva de nuestros intereses. Desde esta mirada, sería deseable entablar el debate en torno a lo que acontece en Venezuela.

No debe caber ninguna duda que las acciones de gobierno intentando por las distintas instancias del estado venezolano han sido trastocadas por los intereses particulares sin la correspondiente balanza del contrapoder. Es asi como en el 2016, apenas instalada la AN se intentó dar el zarpazo a la institucionalidad declarando el abandono del cargo al presidente, arrojando dudas sobre la nacionalidad del presidente y buscando los mecanismos para derrocarlo. El referendum revocatorio establecido en la constitución fue un descalabro impulsado por las fuerzas del gobierno en un juego que no podía sino terminar mal para toda pretensión política. La historia reciente no está exenta de zancadillas de parte y parte para hacerse del poder. Sin embargo, en este momento, lo que se avecina de manos de los Estados Unidos es un proceso que dista mucho de ser una confrontación entre actores venezolanos. Emerge peligrosamente en el desconcierto mundial, la deshumanización de los derechos y la sustitución de lo humano por los recursos como criterio de acción política.

La autoproclamación de Guaidó que dejó a la propia Asamblea Nacional (AN) en un limbo institucional (no sabemos aún quien es el presidente de la AN, dado que una misma persona no puede detendar al mismo tiempo la presidencia del ejecutivo y de la AN), termina enredada difundiendo una ley que en justa lid debió ser discutida en Cámara y sometida al ejecútese de la misma por el presidente (según su lógica, debió remitirla el presidente de la AN y el presidente interino firmarla). Pero hay más, la única competencia posible que le adjudicaria el cargo de presidente ante la falta absoluta del presidente constitucional sería la convocatoria de elecciones. Pero no, con mayor entusiasmo pero menos capacidad que Temer en Brazil, se desboca en nombrar equipos económicos y las autoridades de PDVSA sin que se tenga claro si eso es legal para un presidente interino. La autoproclamación se va quedando disminuida en el “presidente mandao’”, que es la peor forma de ser presidente porque no va más allá de hacer lo que sus “amos” le ordenan.

El espíritu demanda que podamos poner en duda aquello que ellos dicen que los inspira en hacer ese “sacrificio por el país”. Son ávidos mandaderos de otros que ya cansados de que no le hagan el mandado, han decidido abiertamente ordenar qué hacer y cómo hacerlo. Probablemente, la pieza que les faltaba era alguien que regateara menos y obedeciera sin chistar.

Pero..eso no es todo. El gobierno encabezado por Maduro ha agotado el capital político para gobernar porque precisamente sometió al poder comunal a su discreción y ha maniobrado para galopar sobre la lealtad de los movimientos sociales a un proyecto que, en justa lid, ya no encarna.

El contratiempo de la historia demanda ahora la necesidad de un espíritu esencialmente movido por la duda. Ese espíritu capaz de abrir el espacio para un diálogo que permita a los venezolanos hacer su nación desde la vocación por la construcción política y no el desenlace de devastar todo para que sea de aquellos quienes se creen destinados por la providencia a sembrar la miseria en Venezuela en nombre de la libertad.

Emergencia: Surgen desde los lugares de la modestia y la dignidad, la vocación de pensar que los venezolanos podemos acordar no matarnos. Hacer cierta esa fe en el gentilicio venezolano es tarea de todos.

A tiempo: Quien se atreva negociar al pais, deberá asumir la responsabilidad histórica de la paz en América.

Allende: No hay sorpresa en quienes llegan a gobernar para vender su patria, que decidan vender lo que no es de ellos. Es la práctica inveterada de los malos gerentes pero sumisos comerciantes.

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