[CONTRATIEMPO] Las elecciones presidenciales: ¿Un contratiempo inesperado?

«incluso en las repúblicas más libres

hay una dictadura de la burguesía»

(V.I. Lenin)


La convocatoria a elecciones presidenciales en Venezuela a una fecha que apenas difiere en meses (5) a lo que debería ser la convocatoria según lo establecido en la constitución aún vigente, ha sido desestimada por los actores internacionales y la oposición venezolana como extempóranea. Las elecciones, objeto de descalificación por actores con tan poca credibilidad y conducta democrática, revela lo oscuro y bajo que ha caído la dirigencia de la oposición venezolana. Y, sin embargo, las elecciones lucen poco menos que forzadas. ¿Qué razón podría existir para ver como forzado un acto que apenas tendrá lugar 5 meses antes de su convocatoria normal?

La respuesta se debe buscar en un acto que constituye un punto singular en el proceso político venezolano comenzado en 1999. Es nuestra hipótesis que la continuidad del proceso constituyente sufre una discontinuidad histórica con la elección de la Asamblea Nacional Constituyente. No se trata tan sólo de la convocatoria y el posterior resultado que es escandaloso para una oposición que pareció sumirse en la negación democrática para, vaya paradoja, reclamar contra una dictadura. Se trata de la declaración encubierta pero contundente del desconocimiento de las formas democráticas para dirimir la diferencia política. Esa declaración encubierta es la respuesta a la desafortunada frase de la «guerra económica» que nunca se enfrentó como un acto bélico sino como una confrontación política. Ese pequeño error de cálculo le ha costado a Venezuela el retroceso en indicadores sociales que aunque no los tenemos, salta a la vista dada la menguada cotidianidad del venezolano. Al no enfrentarse la guerra sino como una desavenencia, entonces el enemigo optó por construir su propia épica que comenzó como desobediencia civil para luego desconocer al estado y, finalmente, constituirse como una dictadura de la burguesía que si bien no dispone del uso de las armas ha optado por hacer uso de las relaciones económicas y comerciales para devastar a un país de «pobres soberbios».

Porque de eso se trata la situación dispareja y desconcertante que nos conduce a las elecciones en Venezuela este 20 de mayo. Un gobierno que intentando proteger de la guerra al pueblo, no puede; que tratando de conciliar con todos, no gobierna. Por otra parte, una oposición que siendo mayoría (al decir de sus medios) no se cuenta; que sin ser gobierno impone los dictados de la especulación sobre todos, y que acusa de dictador a quien convoca a elecciones con las mismas autoridades que avalaron la elección de una Asamblea Nacional que despilfarró su capital político por la premura y la torpeza de usar atajos no constitucionales para salir del presidente Maduro.

Las elecciones presidenciales se convirtieron en un proceso que siendo necesario y casi ejecutado en el tiempo que por ley corresponde, en un contratiempo inesperado. Cabría preguntarse por qué es un contratiempo para una oposición que puede acusar al gobierno de haber aniquilado la prosperidad de los venezolanos y no ser precisamente un contratiempo para ese gobierno que cada vez más parece estar más empeñado en mantenerse a cualquier precio antes que gobernar para la construcción de una sociedad más próspera.

La hipótesis finalmente podemos formularla. Una vez electa la Asamblea Nacional Constituyente se inició en Venezuela una dictadura abierta de la burguesía. Una dictadura que no incurre en los costos de estar visiblemente en el gobierno y sin la posibilidad de dictar todas las medidas que quisiera. Se trata de un afán de secuestrar la voluntad general. Pero este intento de secuestro consigue una repuesta inesperada: comienza a defenderse una democracia que no está en aún a plenitud pero que no obstante, es la única posibilidad de continuar en un naufragio que si bien no permite avistar la costa por lo menos permite preservar la esperanza.

La tragedia histórica que se vive en Venezuela no es la dictadura de Maduro que algunos de manera interesada pregona, sino la dictadura de una burguesía que sin careta ha decidido imponer su opinión e intereses sin participación, sin responsabilidad y sin protagonismo. Allí, en esa circunstancia de una oligarquía fallida en lo político y cruel en lo económico y de un partido político pluriclasista pero empeñado en las veleidades del capitalismo de estado; el pueblo venezolano parece asistir en estas elecciones acompañado de la soledad que da saber que el proyecto de la constitución de 1999 probablemente está viviendo sus últimas horas.

Nada permite inferir que pierda Maduro las elecciones, pero en caso de perderlas, debería la historia reconocer su esfuerzo, ese que ha permitido «conducir» la soberbia enceguecida de los poderosos a contar con el favor de las mayorías. En el caso de que gane, Maduro deberá asumir que no gana por lo hecho sino por lo que se puede hacer. No se trata tanto de su gobierno, sino de la condición de posibilidad que las bases populares sean las protagonistas de su propia historia y lo que es más importante, la historia de una Venezuela profundamente Bolivariana, Martiana y decididamente anti-imperialista. O, cómo alguien quizás con afán de síntesis y soterrada provocación diría: profundamente chavista.


A tiempo: El bombardeo de las instalaciones de Siria (cualquiera sea su naturaleza) sin las respectivas pruebas independientes de lo que se le acusa, es una muestra más de la irracionalidad y desprecio por la verdad de los que se llaman defensores de la libertad y son los dictadores del capital.


Emergencia: Un nuevo sujeto politico se está gestando en Venezuela, los tiempos de la polarización deberán ceder el paso a procesos complejos de convivencia social y política.


Allende: Los pueblos de Colombia y México podrán ser protagonistas de su propia historia. La experiencia nos dice que si bien la valentía es necesaria, no es suficiente para lograr lo que parece un imposible: quebrar el poder de los que siembran terror para recoger obediencias

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