[OPINIÓN] Contra la revuelta, enfermedad

Pelao Carvallo – CLACSO

El siguiente artículo es una publicación realizada por el observatorio social del coronavirus “pensar la pandemia” perteneciente al Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), en él se abordan las consecuencias que ha tenido el covid-19 al respecto de las luchas sociales y políticas latinoamericanas.

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De por qué los discursos eurocéntricos sobre el COVID19
no sirven para Latinoamérica y el Caribe

Las revueltas latinoamericanas de los últimos años han sido contra la realidad que los gobiernos insisten en construirnos. Contra esa realidad impuesta hay apatía y al mismo tiempo hay revuelta por la realidad que nos interesa hacer. Los gobiernos y las élites son las fake news y los deepfakes en estas realidades en conflicto que nos tocan. Respecto a el Covid19 en nuestra región no ha sido exagerada la reacción, no ha habido mucho pánico, salvo en los barrios de la élite, porque a las pobres nuestra realidad nos conmociona hace ya bastante tiempo. El virus, más bien, ha sido un calmante que los gobiernos/fake news han usado enteramente a su provecho para detener las revueltas contra ellos y su realidad de sometimiento y subordinación para la inmensa mayoría. Nuestro enemigo es la realidad de las élites, esas que viajan a Europa, Corea, China y Japón. Nos construyen una realidad de depredación por las élites mediante el extractivismo y la desposesión, en una lógica colonial repetida de arrasar con todo y colocar encima el palacio para tapar la ausencia.

La realidad construida desde los poderes en nuestra región ha sido un juego permanente de escape, formación política, espectáculo y thriller, antes de la pantalla táctil en la televisión, y antes de eso en la radio y la prensa. El escape de la realidad para soportar la realidad; la formación política para adoctrinarte permanentemente en las bondades del gobierno o sistema local de turno; el espectáculo llamado fútbol, béisbol, deportes y música easy; el thriller, porque la normalización de la masacre política pasa por hacer una política de masacres, y para ello usan el aparato criminal, subsidiario del policial-político, para cumplir esa función. Las páginas rojas son todas las páginas ahora, el sobresalto permanente son estrategias de las élites para seguir a cargo de un buque que nunca se hundirá porque zarpó hundido.

Lo digital latinoamericano se vive como una ampliación de nuestra realidad jerarquizada. Los altos funcionarios públicos, depredadores de los pueblos, acceden como parte de sus cargos a las más altas gamas de los dispositivos móviles mientras la gente pobre debe enfocar su mirada muy concentradamente en las pequeñas, trucadas, revendidas o muy cuoteadas pequeñas pantallas a las que tiene acceso. El tamaño de la pantalla, en mano o desplegada en la sala, da cuenta del lugar en la escala jerárquica local y de a qué y a quién se tiene acceso. Es sospechoso un pobre con un celular muy caro y eso lo transforma en objetivo policial para las élites y los medios masivos.

Este virus, en la región latinoamericana-caribeña, ha venido a detener revoluciones. De eso también se trata el asunto: las experiencias haitiana, ecuatoriana, chilena, por citar las más recientes han sido frenadas –para beneplácito de los gobiernos en crisis- por el desarrollo de esta pandemia, que en la región reproduce el sistema elítico de jerarquías y clases, dónde a las pobres les llega la muerte que trajeron los ricos de sus vacaciones en el exterior puesto que ellos, ese 6%, no morirá ya que cuenta con sistemas de salud confiables construidos con el saqueo a la salud de las pobres.

Las fronteras latinoamericanas y caribeñas se cerraron hace mucho tiempo, antes de esta pandemia. Se han cerrado contra la gente de Haití y Centroamérica que quería cruzar el México de AMLO para llegar a los EE.UU. de Trump. Las increíbles caravanas migrantes centroamericanas terminaron acampadas a la fuerza entre las rejas fronterizas que se han instalado contra ellxs -y solo contra ellxs- entre México y Guatemala, entre Guatemala y Honduras, entre Honduras y El Salvador y así, hasta el mar. La xenofobia política de las élites centroamericanas no tenía empacho en poner trabas a la migración proveniente de los países cercanos y, coherente en el abuso, no tenía problemas en expulsar a la gente pobre de sus propios países considerada por ellos como extranjera -porque la pobreza en Latinoamérica y el Caribe nunca ha dado carta de ciudadanía, ni pasaporte con visa-.

También las fronteras del sur -mucho antes de la pandemia- se cerraron al paso de la migración forzosa venezolana que por millones se desplazó a buscar los paraísos publicitarios en los cuales encontrarían trabajo y oportunidades… ambas cosas se acabaron con la caída económica del modelo extractivista exportador y su dependencia de los precios impuestos por los compradores. Las experiencias de fronteras cerradas en la región muestran a una venezolana atrapada en el desierto entre Chile y Perú expulsada de uno de esos Estados y no autorizada a entrar en el otro, al largo tren migrante entre Panamá y el US Border con controles carcelarios en cada frontera, formal o informal; muestra a los “coyotes” que hicieron profesión de la muy limitada movilidad que reina en nuestra región, para las pobres. Porque los ricos y sus chárteres o aviones privados, sus lanchas y cruceros, sus visas permanentes por gracia de los dólares y depósitos millonarios, no tienen problemas en su movilidad destructiva, porque esa movilidad se nutre de la inmovilidad explotada de las y los pobres de la región.

Entonces, no hay ninguna debilidad inmunológica en la región -en el sentido que le da Byung Chul Han- y sí hay una fuerte y demagógica militarización de las fronteras que tiene su particular trayectoria: primero contra el narco, después contra las migrantes, ahora contra un virus. Siempre hay una razón para hacer parte a los militares del negocio fronterizo. No se necesitó de pánico para cerrar las fronteras y nunca hubo tal permisividad al tránsito de las personas en esta parte del mundo. Siempre olvidamos ese dato instituyente de la región: los Estados latinoamericanos y del Caribe fueron construidos en el libre flujo del capital y los productos. Todos los reconocimientos interestatales de independencias están afirmados en cláusulas de libre comercio. Vivimos pues la globalización desde la estatización de la política como formaciones estatales formalmente independientes, eso, hace unos 200 años y más.

Es cierto que la dependencia latinoamericana de China se incrementa día a día, tanto así que la crisis económica próxima no se deberá a lo que acontezca en EE.UU., como hasta 2008, sino a lo que pase o no pase en una China a la que se le vende y compra todo. Hay un aspecto central en la que esa dependencia puede no instalarse: los Estados locales llevan doscientos años desarrollando sus propias técnicas y tecnologías, mayormente analógicas, de control policial capitalista -eso incluyendo periodos liberales, keynesianos y neoliberales, democracias y dictaduras. Estas técnicas locales combinan actualmente formas de control comunitario, migratorio, mediático, digital, biológico y geográfico funcionan perfectamente al punto que, en esta crisis del Covid19, hay hasta sectores de la izquierda más “revolucionaria” que piden, por ejemplo, medidas xenófobas y militaristas en el cierre de fronteras y aeropuertos. Junto a las cámaras en las ciudades, los vecinos y las vecinas se dedican con entusiasmo a denunciar policialmente a quienes transitan por las calles en días de cuarentena. El principal problema no es un futuro régimen de control digital policial, sino la actual cultura de denuncia a lo diferente y desconocido, la estigmatización y marginación de lo no normal, de acuerdo con el patrón y discurso de lo normal que imponen las élites y quienes aspiran a ser parte de ellas.


1- Escritor chileno. Integrante de la Red Antimilitarista de América Latina y el Caribe. Este texto surgió a partir de la traducción de un artículo del filósofo Byung Chul Han (coreano radicado en Europa) publicada en el diario El País, edición española, la cual tuvo una gran difusión en redes sociales especialmente en Latinoamérica y el Caribe.

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