[OPINIÓN] El pueblo se hizo Chávez

No son tan sólo los “iniciadores”, los “grandes” hombres, lo que tienen abierto ante si un ancho campo de acción, sino todos los que tienen ojos para ver, oídos para oír y corazón para amar al prójimo. El concepto de “grande” es relativo. En el sentido moral, es grande todo aquel que, como dice la expresión evangélica “sacrifica su vida por el prójimo”. 
Gueorgui Plejánov, El papel del individuo en la historia.

Plejánov afirmaba que los/las grandes hombres/mujeres de la historia lo eran no porque imprimían sus particularidades individuales a los grandes acontecimientos históricos, sino porque estaban dotados de las particularidades que le hacían los individuos más capaces de servir a las grandes necesidades sociales de su época.

En una Venezuela empobrecida y sometida a la miseria, oprimida y dominada por la más déspota conjura de alianzas entre sátrapas y oligarcas, un hombre de orígenes humildes nacido un en casa de bahareque llegaría a ser la representación del pueblo olvidado y apartado de su propia historia.

Hablar de Chávez es hablar inevitablemente del presente, porque más allá de su desaparición física, el mito que él representa aún perdura, rescatado y resaltado tanto por el chavismo institucional como por el chavismo popular.

Entender el fenómeno Chávez, sin embargo, debería llevarnos a reconocer más las fuerzas históricas que él encarnó y encarna que al árido mesianismo que a fuerza se ha venido construyendo sobre él.

Chávez irrumpe en la realidad venezolana desde la rebeldía, contra lo establecido, contra lo acordado e incluso contra lo que se consideraba posible. Va en contra de una historia que consideraba moribunda y una forma de hacer política devenida en farsa y tragedia.

Los eventos de 1992 emergieron de la emergencia histórica que ya sometía al país a la más profunda ignominia, empujados por fuerzas históricas que ya empezaban a consolidarse en ideas y formas. El 4 de febrero fue por esto respuesta a esas fuerzas históricas que buscaban desatarse.

En aquellos años se presentaba el parto de lo nuevo, de aquellos que, sin embargo, no tenían ni nombre ni forma. Dentro de este parto Chávez se consideraba simplemente un eslabón más en la cadena de acontecimientos que luchaban por tener forma y nombre.

Apropiarnos del legado de Chávez en tal sentido es apropiarnos de esa fundamental idea, interiorizar nuestra responsabilidad y compromiso al ser un eslabón indispensable en la cadena de acontecimiento que hacen realizable la construcción de lo nuevo, concebir la participación y el protagonismo en nuestra historia.

Más que definir el chavismo desde el mesianismo del hombre, reconozcámoslo desde el compromiso de las ideas. En esto hay que seguir al propio Chávez cuando afirmaba:

“Llamar chavismo [solo por mi persona] al fenómeno colectivo post-4F, reflejado en cientos y cientos de manifestaciones de rebeldía, de protestas pacíficas y violentas, que han resquebrajado al viejo régimen a nivel de sus estructuras, creo que al menos, significa menospreciar las capacidades de percepción de las realidades que ha adquirido nuestro pueblo en su desarrollo histórico”   

La maduración de nuestro pueblo, el devenir sujeto político y transparentar sus aspiraciones fue lo que permitió el fenómeno Chávez; de igual forma qué fue ese mismo pueblo consciente y consecuente quien lo devolvió al poder en las madrugadas de abril (2002). El protagonista, la fuerza motriz y la base sobre la que se ha construido este proceso siempre ha sido el pueblo y es el pueblo el único heredero del proyecto encaminado e inspirado en Chávez.

Ante los nuevos escenarios y las nuevas épocas que se anuncian, cabe siempre tener esto presente, no perder la fuerza que la maduración histórica de nuestra percepción y conciencias nos han brindado como pueblo, no renunciar a ellas para caer en nuevos mesianismos, con carisma o sin el.

Reafirmar con ahínco que las fuerzas que han traído al Proceso Bolivariano hasta acá no han sido ni los empresarios, ni los burgueses, ni los burócratas, ni los funcionarios (sin importar el color de sus camisas) sino el pueblo movilizado y en resistencia. Es él quien guarda entre sus manos las aspiraciones abiertas por Chávez y tiene en su mirada el horizonte apuntado por el Comandante.

Hablar de Chávez es, pues, hablar de una fuerza histórica, de un proyecto y de un pueblo. Hablemos hoy mañana y siempre de Chávez.

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