[OPINIÓN] Política ¿Adivinar o construir?

Nunca he sido amigo de andar adivinando. Cómo viejo comunista o comunista viejo, cómo prefieran, siempre intento más bien hacer inferencias (entendiéndolo un poco desde un sentido físico o matemático), por ello hablo de inferencias constructivistas (o deconstructivistas, si me permiten la pedantería) para evitar en lo posible el positivismo deductivista y mucho más aún las posturas basadas en formas hábiles o no, de manipulación interesada.

El asunto es que nunca he aceptado la política que se hace desde o por el fetichismo del poder (me comprometo en breve desarrollar algunas ideas sobre esa categoría), y menos cuando esta se maneja desde eso que los venezolanos llamamos «trompos enrrollados», es decir cuando se hace uso de una información que evidentemente se posee, para manipular, para solapadamente amenazar o hasta para descaradamente «sapear».

Especialmente cuando uno tiene tantos kilómetros de rodaje, y no solo ha leído historias sino que las ha vivido y no como exfuncionario o como aspirante desesperado a serlo, sino como combatiente, para el cual la militancia no es una postura sino la única forma de vida posible.

Y por ello nunca podría hablar de la izquierda como algo externo a mi, porque hacerlo me colocaría inmediatamente en el polo opuesto, la derecha. Ya que  en política, el centro cómo el cero, no es nada o más bien es la nada.

Digo todo esto porque es evidente que cuando hay personas que viven de cuotas de poder del estado, es simplemente porque existe un estado que funciona en base a ellas, el estado que se asegura a sí mismo como no solo eje sino origen del poder y por lo tanto como poseedor de su monopolio, estado que no representa al pueblo, y que aunque sabe bien que ese pueblo es el único y verdadero dueño de toda forma social y política de poder, esencialmente lo sustituye. Estado que sabe que el pueblo no le ha cedido el poder sino que más bien permanece en una terrible lucha por recuperar para sí (que sería hacerlo para todos) y cómo única posibilidad de supervivencia, ese poder que le ha sido arrebatado aunque eufemísticamente se le sigue llamando «poder originario».

Chávez lo intentó, y vaya que lo intentó. Recordemos aquella particular noche del Golpe de Timón y su desesperado grito ¡Comuna o nada!. Y pensemos en lo terrible que es el hecho de que ese pensamiento, intenso, profundo, esencial de nuestro comandante se haya convertido ahora en algo subversivo, algo no conveniente ya que puede alterar sus planes, los del estado fetichista, para seguir cogiéndose no solo al poder, sino al pueblo todo.

Recordemos al cantor, y hagámoslo pensando en un pueblo que pide un segundo y le dan un siglo pero con tal que no pase nada. ¡Ah caramba mi pobre pueblo. Pobre, pero sabio y paciente…!

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