[ANIVERSARIO] Aquí estamos… 13 años después

Este 31 de agosto de 2020, Tatuy cumple 13 años de existencia. Son 13 años de comunicación, de producción audiovisual, de acompañar y participar en las luchas populares en el marco de la Revolución Bolivariana.

Es una ocasión para reconocer a todos y todas con quienes hemos tenido el honor de colaborar y agradecer todo el apoyo que hemos recibido en esta lucha. Sin embargo, no buscamos simplemente mirar hacia atrás y celebrar el camino recorrido. En este editorial hacemos un balance del contexto político actual, los retos por delante, y la misión que creemos tener como medio de comunicación.

¿Por culpa o bajo la excusa del bloqueo?

La agresión imperialista contra Venezuela se encuentra en su punto más álgido. Tras ataques contra todos los sectores de la economía, el Departamento del Tesoro ha llegado al punto de sancionar navieras para que no transporten crudo venezolano. El objetivo es sencillo y abiertamente declarado: provocar las muertes y sufrimiento necesarios para lograr el anhelado “cambio de régimen”.

En ese contexto hemos visto en los últimos tiempos un giro reformista cada vez más evidente en la política económica del gobierno, privilegiando al empresariado mientras políticas como la defensa del salario son espejismos cada vez más distantes. 

Muchas veces se menciona el ejemplo de la NEP para ilustrar que en procesos revolucionarios  se pueden requerir retrocesos necesarios. Y esa posición se puede construir de forma coherente, defendiendo que el contexto exige retrocesos tácticos para reagrupar y luego avanzar. Queda la duda si el actual viraje es de carácter táctico, o se trata de un cambio del rumbo estratégico. De igual modo se puede plantear la posición contraria, de que las concesiones nunca serán suficientes para el enemigo y por ende el camino de la radicalización termina siendo la única garantía de sobrevivencia del proyecto.

Sin embargo, este debate no existe. Medidas liberalizadoras, como leyes de protección de inversión extranjera, liberación de controles de cambio, exoneración de impuestos o aranceles, alianzas estratégicas (y privatizaciones), etc., o se introducen de la forma más desapercibida posible o se presentan como un paso más hacia adelante.

Al mismo tiempo, todo y cualquier cuestionamiento es contraatacado de inmediato, sosteniendo que las medidas son inevitables por culpa del bloqueo. Pero el bloqueo no se puede convertir en una excusa universal. La agresión norteamericana no justifica que se revoquen títulos de tierra a consejos campesinos, o que se despidan trabajadores y trabajadoras de forma arbitraria.

De la misma forma que no hay ninguna justificación para el crimen abominable contra los jóvenes de la Guacamaya TV a manos del FAES. Aunque en este caso la presión mediática y de los movimientos resultó en una respuesta del Ministerio Público, la situación está lejos de ser aislada. El giro hacia la ortodoxia económica ha venido acompañado de la “ortodoxa” política de mano dura y criminalización de la pobreza. Pero señalarlo y exigir rectificaciones es equiparado a… traición.

Críticas y traiciones

Aryenis Torrealba y Alfredo Chirinos llevan más de seis meses detenidos, sin acusación formal y sin siquiera una audiencia preliminar. Fueron públicamente acusados de traidores con pruebas falsas y su caso es emblemático de una creciente intolerancia hacia la crítica por parte de la dirigencia. Aryenis y Alfredo son “culpables” de apostar por una PDVSA soberana y combatir la corrupción, y su detención coincide con una apertura cada vez mayor de la empresa al capital privado.

Tal como en este caso, no pocos opinadores oficiales se han dedicado a sembrar la idea que la crítica equivale a traición, o conduce inevitablemente a ella. Pero el chavismo siempre ha sido un movimiento crítico e irreverente, y buscar callar o criminalizar las voces que no aceptan todo sumisamente, eso sí es traición. Asimismo, silenciar la crítica no resuelve las contradicciones de la realidad.

Desde Tatuy TV no hacemos la crítica por capricho, ni menos ignorando el contexto de agresión constante. La hacemos porque creemos que el rumbo actual nos pone en una posición más débil para enfrentar el enemigo, y para movilizar al pueblo en defensa del proyecto. Desalojar familias campesinas, matar a jóvenes en los barrios, o permitir la corrupción, generando descontento y despolitización, es lo que le entrega triunfos a Trump y Abrams. 

Si estamos en guerra (y sí, estamos en guerra), las “armas” tienen que estar en manos de los que luchan. En una situación de bloqueo naval, o hasta de una invasión, ¿quiénes van a poner el pecho? ¿El empresario exportador de aguacates entregará sus cosechas al pueblo? ¿El terrateniente sin insumo cederá sus tierras para que se produzca yuca? ¿El dueño de la fábrica la pondrá a disposición para producir lo que haga falta? Puede que sí, que algunos dejen que el patriotismo se sobreponga a su posición de clase. Pero si esos medios de producción estuvieran en manos del pueblo organizado no haría falta siquiera preguntar.

Y esta conclusión no se basa en romanticismo o mera especulación. En medio de una crisis durísima, diferentes organizaciones de base han resistido y se han reinventado, demostrando que el poder popular es la respuesta. Comunas como El Maizal, redes como Pueblo a Pueblo, siguen aumentando su producción basada en la planificación y las necesidades de la gente. El Ejército Productivo Obrero ha resucitado fábricas y refinerías para probar que la privatización es todo menos inevitable. La idea de que el pueblo no está preparado es tan falsa como peligrosa.

Disputando a Chávez

Así como el chavismo es un territorio en disputa, también lo es el propio Comandante Chávez y su legado. Mientras el gobierno proclama su lealtad al legado de Chávez, la realidad no lo comprueba. Por ejemplo, el Comandante fue bastante claro al decir que con la burguesía “no había acuerdo posible” ya que la lucha “era de clases”. ¿Cómo conciliar eso con el deseo de construir una “burguesía revolucionaria”?

No recordamos a Chávez por nostalgia sino para reafirmar los pilares de un proyecto que se fue decantando y radicalizando con el tiempo. La comuna no sirve para mencionarla de vez en cuando o para ser apéndice de una alcaldía. Es la célula fundamental para la construcción del socialismo, que ha demostrado su potencia, y a eso apostamos.

También insistimos en no dejar que Chávez caiga en el olvido, o se convierta en una caricatura inofensiva, porque su voz poderosa alertó para una serie de peligros que enfrentaba el proceso revolucionario. Con el tiempo, las contradicciones se han convertido en amenazas que ponen en jaque al proyecto, y quienes las exponen con la voz de Chávez sufren ataques cada vez más feroces.

En ese sentido, rechazamos y combatimos los intentos de desdibujar el proyecto de Chávez hacia algo demasiado amplio y vacío de contenido, un capitalismo de rostro humano y de “ganar-ganar”. Rechazamos también la conversión del pueblo de un sujeto protagónico hacia un objeto de atención, que debe ser protegido y de vez en cuando llamado a marchar o a votar. Este es un pueblo combativo, politizado, más que capaz de tomar el destino en sus manos. Un sujeto históricamente oprimido se reconoció y se vio reconocido en el chavismo, y que hasta en las peores condiciones materiales defiende un proyecto que siente como suyo.

De nuestra parte, el compromiso es el mismo: aportar nuestros “fusiles” a la construcción del socialismo en Venezuela como lo planteó el Comandante. No tenemos ningún padrino (sólo el propio Chávez), ni dejaremos que acusaciones deshonestas y de mala fe nos detengan. Cualquier consejo campesino que luche por la tierra, cualquier grupo de trabajadores y trabajadoras despedidos sin causa, cualquier organización que esté construyendo el poder popular encontrará en Tatuy un micrófono, una cámara o una nota. Es el pueblo quien construye su revolución, y con él nos la jugamos.

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